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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dejar Sarajevo

LA EVACUACIÓN por la población serbia de varios barrios de Sarajevo que han pasado, de acuerdo con lo decidido en la cumbre de Dayton, bajo control del Gobierno bosnio, es un nuevo y triste espectáculo de sufrimiento humano, de abandono de sus hogares por familias desesperadas. Pero esta vez no obedece a la imposición de las armas, sino a una campaña de intimidación. de las autoridades de Pale, que han aterrorizado a los suyos agitando el espectro de inminentes y masivas represalias contra los serbios de Sarajevo. Si ha habido violencia, ha sido la ejercida por algunos de los serbios que se marchan contra los escasos habitantes que deciden quedarse, tachados de antipatriotas.En realidad, como ha dicho Kris Janowski, representante del ACNUR, el enésimo éxodo vivido en Bosnia-Herzegovina ha sido el fruto de una "cínica manipulación política" de los líderes nacionalistas serbios liderados por Karadzic, en su esfuerzo por demostrar que no es viable en Sarajevo la convivencia entre diversos pueblos, precisamente lo que ha sido característico de esa ciudad a lo largo de su historia. Las fuerzas internacionales, estacionadas en Sarajevo para garantizar el cumplimiento de los acuerdos de paz de Dayton, no pueden impedir unos traslados voluntarios de población civil. Esas fuerzas han distribuido octavillas asegurando a esa población que su seguridad no corre ningún peligro, pero con escaso resultado.

En otra ciudad difícil, Mostar, se han dado pasos para que funcione una policía única, de musulmanes y croatas, que facilite la libre circulación entre las dos partes de la ciudad. Sin embargo, esa circulación es, en la práctica, mínima; la gente se resiste a entrar en la zona del otro, sea croata o musulmán. Así que también allí los acuerdos de paz pueden ser vaciados de gran parte de su significado si las poblaciones tienen miedo a volver a la convivencia que ha sido tradicional en su forma de vivir.

Por desgracia, las fuerzas que defienden la multiculturalidad y convivencia interétnica están muy debilitadas tras cuatro años de guerra. Los hechos indican que los horrores de la guerra, las matanzas de la limpieza étnica y el odio generado han facilitado que se afiancen en el poder personas como el serbio Milosevic, el croata Tudjman, e incluso el líder bosnio musulmán Izetbegovic en los últimos tiempos, que, si bien han acatado bajo presiones masivas norteamericanas los acuerdos de paz de Dayton, representan políticas nacionalistas que minan la convivencia. Todo indica que, en Serbia, y sin duda también en Croacia, los dirigentes juegan la carta de la paz sólo como una necesidad insoslayable en la presente coyuntura, dada la presión y la presencia militar internacional a favor del silencio de las armas.

Sin embargo, el espectáculo de los desiertos barrios serbios de Sarajevo y la frialdad de los habitantes de Mostar ante la posibilidad de volver a vivir plenamente en su ciudad indican que la gente corriente sospecha que sus líderes políticos y militares no han renunciado a los planes de seguir adelante, si la coyuntura lo permite en una etapa futura, con las ideas de crear la Gran Serbia o la Gran Croacia, y de imponer que en ellas vivan poblaciones étnicamente uniformes. Conseguir que la cotidianidad pacífica vuelva lentamente a instaurar la convivencia es la gran apuesta para una paz real y estable. Todo hace pensar que para ello la presencia internacional en Bosnia Herzegovina será imprescindible durante mucho tiempo.

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