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Los sondeos electorales vaticinan el fin de 13 años de gobiernos laboristas en Australia

Veinticuatro horas antes que en España, el próximo 2 de marzo, algo más de 11 millones de australianos acudirán a las urnas para elegir un nuevo Gobierno federal. También al otro lado del mundo, un Gobierno laborista que lleva 13 años en el poder afronta la jornada con negras perspectivas. Las encuestas, a sólo tres días de la cita electoral, colocan seis puntos por delante a la coalición conservadora que encabeza John Howard, un líder sin carisma elegido A la desesperada que puede dar la sorpresa frente al actual primer ministro, Paul Keating.

El gran reto al que se enfrentan los australianos en esta consulta (la sexta en los últimos 13 años) es la opción de convertirse en una república, cortando así los lazos constitucionales que les ligan al Reino Unido. Para Keating, de 52 años, ésta es la segunda cita electoral con las encuestas en contra. En 1993, el líder laborista ganó por sorpresa, y no pocos analistas consideran que todavía puede ocurrir un milagro.Lo cierto es que en Australia, un país-continente de inmensidad deslumbrante (con 7,6 millones de kilómetros cuadrados), poblado por menos de 18 millones de personas, la batalla electoral carece de contenido ideológico. Aparte de los dos grandes partidos en liza -el Laborista y la coalición formada por el Partido Liberal y el Nacional-, las encuestas publicadas recientemente por The Sydney Morning Herald, muestran que la tercera fuerza política más apreciada por los votantes es una agrupación Contra el Ruido de los Aviones.

No es eso lo más original, Bob Brown, el sesudo líder de los Verdes -dos partidos coligados-, aboga en su campaña por la creación de un ministerio específico para homosexuales, que, según cifras propias, sitúa Brown en un millón de australianos. De hecho, la fuerza del movimiento homosexual es tal en el país, y particularmente en Sidney, capital del Estado de Nueva Gales del Sur, que la televisión pública australiana, ABC, ha tardado semanas en tomar la decisión de cancelar su proyectada retransmisión directa de la fiesta homosexual del Carnaval, que se celebra el próximo sábado, en aras del rigor informativo que le exigía una cobertura exhaustiva de la jornada electoral.

Por lo demás, es notable la apatía ciudadana ante esta nueva cita con las urnas. Si no fuera porque las leyes australianas establecen la obligatoriedad del voto para los ciudadanos mayores de 18 años, la abstención sería el enemigo a vencer.

Vecinos de Asia

Las cifras macroeconómicas sitúan a Australia -el 13º país más potente del mundo- en mejor situación que la media de los países de la OCDE. Con un 8% de desempleados y una inflación controlada después de alcanzar el 5%, el crecimiento económico se sitúa en el 3,5%, lo cual demuestra claramente que el país ha salido de la etapa de recesión, aunque no con la misma velocidad que sus vecinos de Asia. Aun así, la deuda externa que asciende a 18 billones de pesetas, es un serio motivo de preocupación.Las similitudes ideológico-económicas son claras. Si la coalición conservadora habla de privatizar Telstra (la telefónica australiana), aunque, eso sí, asegurando que destinará un tercio del dinero recaudado a programas de regeneración medioambiental, el Partido Laborista, que gobierna desde 1983 con el apoyo moral de los poderosos sindicatos australianos, ha privatizado ya algunos de los más emblemáticos bienes nacionales, como la compañía aérea Qantas y el 50% del banco estatal, el denominado Commonwealth Bank.

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El primer ministro Keating se ha batido en la última etapa de su mandato por anclar definitivamente a Australia en su contexto asiático. Hay quienes aseguran, sin embargo, que el arrogante Keating, de ascendencia irlandesa, defiende ideales privados cuando promete a sus electores que, si gana de nuevo, organizará de inmediato un referéndum para cambiar la Constitución, que reconoce a la reina Isabel II como jefa del Estado australiano. Su oponente, John Howard, de 57 años, parece sentirse cómodo en la actual situación.

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