Un programa educativo contra la violencia
Unos jóvenes estadounidenses fueron detenidos recientemente por intentar volar su instituto con una bomba fabricada con datos difundidos por Internet. La violencia en los centros escolares franceses ha desembocado, precisamente hoy, en un encuentro entre autoridades de Educación, centros escolares, padres y televisiones para analizar fórmulas de reacción, ante las recientes agresiones a profesores en centros de secundaria. En España, los atentados cometidos por bandas juveniles han desatado la voz de alarma. ¿Se trata de un fenómeno imparable? Algunas personas piensan que no, y plantean alternativas educativas.Ese es el objetivo de un programa experimental en la educación secundaria. Uno de los centros que se han destacado en la puesta en marcha de esta iniciativa es el Instituto madrileño Ortega y Gasset. "Es posible detectar a muy temprana edad los factores de riesgo, incluso desde los ocho años" indica María José Díaz Aguado, responsable del proyecto. "Los miembros de bandas violentas suelen haber fracasado en la escuela y hay que trabajar con ellos antes de que se separen del contexto normalizado: darles poder, oportunidades, y experiencias constructivas".
Con ese espíritu trabajan Delia Uzábal y María Luz Braga, dos de las educadoras del citado instituto. "No partíamos de una situación de violencia manifiesta, aunque sí de algunos sesgos racistas y antidemocráticos similares a los existentes en el resto de la población".
Las profesoras estaban también interesadas en desarrollar, a través del razonamiento, la comprensión y la identificación con los derechos humanos".
"Una investigación hecha en 1948 en Estados Unidos define la personalidad autoritaria como una estructura general que justifica la violencia, que apoya soluciones autoritarias, que no tolera la incertidumbre, y que todo lo que es diferente lo percibe como una amenaza. Los jóvenes que hoy ejercen esa violencia tienen esas mismas características", añade Díaz Aguado.
"En ese estudio la mayoría describía a sus padres como crueles y poco cariñosos, lo que hoy llamamos maltrato activo. Pero hoy", sigue Díaz Aguado, "encontramos no tanto ese maltrato activo, sino el abandono de los hijos, en el sentido de la ausencia total de referencias y límites constructivos, lo que produce los mismos efectos que la educación rígida y autoritaria: inseguridad".
"En la investigación del año pasado comparamos a los chicos que justificaban a los skins con los que no lo hacían, según sus propias opiniones, que confirmaban que los más cercanos a estos grupos tenían muchos más problemas de adaptación y relación con profesores y compañeros, y eran percibidos como más inmaduros".
"La variable crítica, y que se asemeja tanto a lo que ocurrió antes de la II Guerra Mundial, es que hay mucha incertidumbre. Lo que le pasa a los jóvenes es la punta del iceberg de una sociedad con muchos problemas complejos. La transición entre ser un niño a ser un adulto no está bien resuelta. Tampoco es una casualidad que muchos violentos se jubilen a los 23 años, cuando la identidad ya está construida".
"El cauce para expresar la violenica, incluso la ideología del grupo, depende de con quién se encuentre la persona con el perfil señalado. Pero los factores de riesgo serían los mismos", concluye Díaz Aguado. "Este programa ha sido muy enriquecedor: es un motor de cambio, porque implica una modificación de actitudes", indican por su parte las citadas profesoras. "A la conclusión que llegamos es que lo realmente preventivo es que la gente se sienta tratada con justicia, y para ello es necesario que participen en la toma de decisiones y que su opinión cuente".
Necesitan protagonismo
"Por eso, lo que en último término hay que buscar es otra perspectiva sobre la forma de educar a los adolescentes. Estos tienen una sensibilidad muy especial hacia la justicia, a sentirse minusvalorados; necesitan protagonismo: esto hay que usarlo de forma constructiva"."La metodología del programa es también muy válida", continúan, "ayuda a enseñar a trabajar en grupo, a razonar. Los alumnos han mejorado también su rendimiento académico de forma muy notable".
"El programa es muy efectivo para la gente 'norrmal' porque les ayuda a razonar sus actitudes no violentas, pero no podemos decir hasta qué punto podría ser efectivo con jóvenes ya envueltos en la violencia, un problema con raíces sociales situadas más allá del ámbito educativo. Sin embargo, sí se han constatado modificaciones en alumnos que justificaban incluso explícitamente la violencia y que han dejado de hacerlo después de participar en el programa. Convivir en un contexto que es cómplice de la violencia se paga muy caro", añaden las educadoras del Ortega y Gasset.
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