Pobre ONU
BUTROS GALI, el Secretario general de las Naciones Unidas, ha vuelto a llamar la atención sobre la situación desesperada de las finanzas de la organización internacional y sus diversos organismos y agencias. De seguir las cosas por el curso actual,, la ONU, según Gali, será insolvente a finales de año. Además de comenzar a preparar su reelección, el secretario general pretende respaldar con la difusión de estos datos dos objetivos: que los principales países se decidan a pagar las cuotas que adeudan y que los funcionarios de la ONU sean conscientes de que habrán de aceptar cortes drásticos en sus efectivos y emolumentos para posibilitar un presupuesto más equilibrado. La crisis financiera de la ONU no es un tema nuevo, pero ahora se plantea en términos apremiantes y poniendo el acento claramente en la responsabilidad de Estados Unidos, el principal moroso. Con los atrasos globales en los pagos en unos 2.300 millones de dólares, más de la mitad, 1.200 millones, corresponden a Washington. Estados Unidos tiene el compromiso de pagar el 25% de los gastos generales de las Naciones Unidas y el 31 % del coste de las operaciones de pacificación, como el envío de cascos azules a zonas en conflicto. Desde la ofensiva contra la ONU, y especialmente la supuesta o real parcialidad antinorteamericana de algunas de sus agencias iniciada por la Administración de Reagan, Washington decidió pagar sólo la primera cantidad, el 25% de los gastos generales. En realidad, tampoco ha cubierto esta cifra.
Butros Gali ha sido muy criticado por no presentar un plan concreto, de reducción del personal. Sin duda, la ONU y sus agencias han crecido de forma incontrolada durante décadas. Y es cierto que hoy las aportaciones a la ONU deben ser distintas a las que se establecieron cuando fue fundada y el reparto de riqueza era bien distinto en el planeta.
Pero mientras se produce una reestructuración de dichas aportaciones -y también de otros mecanismos en el funcionamiento de la organización- es imprescindible que los países deudores, en primerísimo lugar Estados Unidos, paguen sus deudas. Desde que los republicanos dominan en la Cámara de Representantes, las dificultades para una Administración norteamericana de pagar tales deudas han aumentado. La derecha norteamericana quiere imponer una reducción aún más drástica en la aportación norteamericana. Para desatar este nudo gordiano y animar a Estados Unidos a pagar sus atrasos, Butros Gali se ha mostrado dispuesto a rebajar la parte atribuida a ese país en los gastos de la ONU desde el 25% actual a un 20% e incluso un 15%.
Que la propuesta no gocé de simpatías en Europa y Japón es lógico. Habrían de cubrir, con algunas potencias emergentes en el sureste asiático, la diferencia. Pero la cuestión habrá de ser abordada porque medio siglo después de fundarse la ONU sigue siendo, con todos sus defectos, imprescindible. Y porque quienes más critican la influencia de Estados Unidos en la ONU y quieren para ellos una mayor influencia en la organización deben ser conscientes de que también en ésta, basada en tan altos ideales, rige en alguna medida la regla de que quien paga manda. La crisis de financiación no es sino, un aspecto más del hecho, de que su estructura actual se ha visto superada por la evolución política y económica de sus miembros, de la correlación entre ellos y del mundo en general. Pero para acometer la reestructuración, la ONU ha de estar viva, ser operativa y solvente. De ahí que los pagos de la deuda sean el mejor acicate para emprender esa necesaria reforma.
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