Sólo un nombre mítico
Tremendamente defraudados debieron quedar los que pagaron la onerosa entrada, con la intención de contemplar en directo a una leyenda viva del country rock de finales de los años sesenta. Principalmente, porque, tras el fallecimiento de Gram Parsons, los Flying Burrito fueron degradándose hasta autoparodiar el arquetipo que ellos mismos habían creado. No quedaba, en la actuación que motiva esta crónica, ningún componente de los que grabaron el primer álbum del grupo. Sólo el violinista Gib Gilbeau, que se incorporó al grupo a partir del segundo disco, podía presumir de tener algo que ver con el glorioso pasado. Los demás eran buenos y veteranos músicos, enrolados al abrigo de un nombre mítico. Hay que comer, ya se sabe.El concierto se inició con signos evidentes de desastre sonoro. El grupo dio ahí un tremenda lección de tablas, al prolongar la primera cancion, Wheels of love, todo el tiempo que fue necesario, hasta que el técnico de sonido consiguió arreglar el desaguisado. A partir de ese instante, la cosa fue a mejor, permitiendo que algunos de los viejos temas de F.F.B., como Wheels circles you ain't going anywhere, se entremezclaran con clásicos de otros artistas, como Wild horses, de los Rolling Stones; It´s all over now, de Bobby Wornack, o Honky Tonk, de Merle Haggard. La respuesta del público, no muy numeroso, fue cálida y acompañó con gran cariño el devenir de la banda.
The Flying Burrito Brothers
Gib Gilbeau (violín y voz), Brian Cadd (teclados y voz), John Beland (guitarra), Wynee Bridge (pedal steell y steell guitar), Ronnie Gilbeau (bajo) y Gary Kubal (batería). Sala Katedral. 2.500 pesetas. Jueves, 8 de febrero.
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