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Tribuna
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Homo

Rosa Montero

Me pregunto de dónde nace la homofobia; y por qué tanta gente se preocupa tanto de si el prójimo es gay. Como ese cotilleo inadmisible e imbécil sobre la amistad de Isabel Pantoja y María del Monte. ¿A quién le importa lo que hacen con su sexualidad dos adultos consentidores que no dañan a nadie? El sexo es un secreto de la carne y el espíritu que se comparte a dos (o a tres, o a veinte). Un lugar interior que se recorre en compañía, un acuerdo mutuo en el misterio, un juego privado. Que cada cual lo juegue como quiera: el acto carnal está por definición fuera de toda norma.Otra cosa muy distinta son los delitos: violaciones, palizas, corrupción de menores. Abusos infinitos nacidos de la maldad infinita de lo humano. Quiero decir que el abuso tiene que ver con la crueldad y con la falta de respeto al otro, no con la inclinación sexual. Todo esto, por supuesto, viene a cuento del desorbitado escándalo del Arny. A mí me gustaría que se hablara también de las niñas, de las muchísimas niñas prostituidas que hay en España: pero se ve que eso escandaliza mucho menos. Los de la Plataforma Gay de Sevilla me contaban que se han negado a hacer ninguna declaración sobre el caso Arny. ¿Por qué habrían de hacerla? Ellos tienen tanto que decir sobre el tema como el colectivo de farmacéuticos, pongo por caso. Porque el Arny no es una responsabilidad específica de los homosexuales, del mismo modo que la prostitución de niñas no implica a todos los varones heterosexuales. Pero la homofobia es así, lo embarulla todo en la misma necedad, el mismo prejuicio. Hay que tener una vida sexual muy triste y reprimida para preocuparse tan obsesivamente de con quién se acuestan los demás. ¿Que de dónde nace la homofobia? Pues de la estupidez, de la incultura, de la insatisfacción y del miedo a uno mismo.

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