El "zulo' del patrón
Un empresario, acusado de ocultar a empleados en un peligroso conducto de aire para evitar una inspección
"¡A la cabina, a la cabina!". Ésa fue la consigna que ha acabado teniendo un significado muy especial para siete trabajadores de una empresa familiar de muebles del Albal (Valencia). Para ellos supuso hace dos años dejar precipitadamente el trabajo para meterse en el estrecho conducto del aire de una cabina de pulimento. con cierto riesgo para su salud. Allí permanecieron encerrados una hora, hasta que dos insistentes inspectores de Trabajo consiguieron que los responsables de la empresa les dejaran sacar los tornillos de la rejilla de la ventilación, con lo que pusieron fin al riesgo que estaban corriendo los trabajadores. El zulo era presuntamente el remedio de la empresa para burlar a los inspectores, que buscaban trabajadores sin contrato ni Seguridad Social a raíz de una denuncia de CC OO. Para verificar esta situación hicieron falta dos inspecciones, la segunda en compañía de la Guardia Civil, y una investigación sobre la empresa. Las pesquisas tuvieron como culminación el juicio que ayer se celebró en Valencia contra cinco personas, que se enfrentan a penas de hasta dos años y seis meses."Un encargado me dijo que me metiera ahí. No me dio otra explicación", relató ayer ante la juez uno de los afectados, de entre 20 y 25 años. Otro trabajador recordó hasta tres visitas que tuvo que hacer al conducto del aire, y un tercero declaró que siguió la orden sin rechistar porque era un empleado ilegal y no quería perder su puesto. Ninguno pudo especificar de quién partió la orden de esconderse. "Salieron tiritando", relató la inspectora de Trabajo, que los descubrió tras superar "la obstrucción" de un administrativo de Mueble Auxiliar José Ferrandis, SL, y de uno de los socios de la empresa. La inspectora acudió al centro de trabajo el 2 de diciembre de 1993 con la Guardia Civil porque "preveía problemas". A pesar de que advirtió al administrativo Salvador García Cualladó y al empresario José Joaquín Ferrandis Baixauli de que los empleados "podían estar en peligro", éstos hicieron lo posible por evitar el registro. La inspectora, además, fue amenazada por Ferrandis. "Te tengo que matar", aseguran que dijo. "Si no fueras mujer...", le gritó a la inspectora, que temió ser agredida. La funcionaria y su compañero mandaron el caso al fiscal.
El empresario se disculpó luego con la inspectora por "haber explotado" de esa manera, y ahora insiste en que la nave que alberga la cabina de secado de muebles no es de su propiedad, sino de una firma que se llama Pulimentos María Giménez. El empresario, que sólo reconoce a uno de los jóvenes encerrados como empleado suyo, resaltó, ayer que se opuso a la apertura del conducto porque no estaba presente la supuesta responsable de la empresa de pulimentos. El mismo argumento lo expuso el administrativo y lo defendió otra acusada y socia, hermana de Ferrandis.
Sin embargo, tanto el fiscal como CC OO creen que la negativa y el nerviosismo de los acusados ante la inspección se deben a que sólo existe una empresa. Ambas están separadas por una simple puerta interior, y Pulimentos María Giménez no es más que "una sección" de la empresa de Ferrandis creada para no cargar con el coste de los empleados y despedir a varios de la sección de muebles que luego han trabajado ilegalmente en el departamento de pulimentos, según el fiscal.
El relato de Vicente Carrión Vinuesa y su mujer, María Giménez, también imputados, subrayó ayer esta acusación. Ella sólo firmaba papeles, pero no sabía nada de la empresa registrada a su nombre. El marido empezó explicando que había alquilado la zona de pulimentos y tenía trabajadores propios, pero acabó reconociendo que no pagaba alquiler, que la contabilidad la llevaban en las oficinas de Ferrandis y que no era un empresario autónomo. Es más, como tampoco cotizaba a la Seguridad Social porque tenía deudas con ese organismo por un negocio anterior, también se ocultó en una ocasión en el hueco de la ventilación. Fue durante la primera inspección y tras oír aquello de "¡a la cabina, a la cabina!". Y es que, "antes que ir por ahí pegando tiros, conviene tener un salario", como dice Vicente Carrión.
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