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COPA DEL REY CUARTOS DE FINAL

Espanyol y Zaragoza se mutilan a golpes y faltas

Robert Álvarez

El Espanyol y el Zaragoza lo dejaron para la reválida. Se negaron mutuamente y acabaron por mutilarse en un partido que acabó por hacer de la falta, la provocación, el teatro, su única razón de ser. En el trajinar constante de caídas, golpes y acciones fingidas acabó pagando el Espanyol. La injusta expulsión de Herrera le dejó en inferioridad numérica durante 51 minutos. A partir de entonces tuvo que recomponer sus líneas, dar entrada a Pochettino para pertrechar la zona central de su defensa y prescindir de un volante con la capacidad ofensiva de Bogdanovic. En una noche de acciones destempladas y abstractas, en las que todos recibieron como primera consigna forzar el error del rival, se echó, de menos el toque y sentido de Francisco.Los dos equipos minaron el campo. La falta táctica sesgó de cuajo el menor indicio de jugada telegrafiada. Desde las trincheras se expendían melones. Las líneas de medios tuvieron que echar mano del pico y la pala. No hubo quien se hiciera oír en la guerra sorda. El balón no tenía dueño. El Espanyol no era capaz de dar continuidad a su relativo dominio territorial. Urzaiz y Lardín recibieron pocos balones. Urzaiz acabó convertido en un poste siempre pertrechado por Aguado y bajo el radar de Cáceres. El corpulento delantero blanquiazul, además, apenas sacó faltas de sus constantes forcejeos. Pero causó algunos problemas a la defensa aragonesa cuando se retrasó unos metros para constituirse en la pared ,sobre la que se proyectaron sus compañeros. Pero siempre fueron contadas ocasiones. La mejor, a cargo de Lardín.

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El Zaragoza encontró una mina por la banda derecha de su ataque. Belsué se incorporó con insistencia desde atrás, e Higuera y Rambert se dejaron caer en una zona en la que Torres Mestre, Nando y Arteaga no acabaron de cerrar espacios. La hemorragia hizo vulnerable al Espanyol. Pero Poyet perdió dos buenas oportunidades, tras sendos centros de Higuera (m. 2 y 18), y Rambert e Higuera no acabaron de entenderse en los metros finales. No tuvo más recursos el Zaragoza. Daniquedó relegado a la ingrata labor de taparle la salida a Brnovic, el hombre del que depende el arranque del Espanyol y que, al propio tiempo, le dota de su clarividencia defensiva.

El encuentro fue decayendo con el transcurrir del tiempo. El Zaragoza se mostró impotente para desbordar al Espanyol pese a jugar con uno más. El grupo de Camacho resisitió e incluso igualó en opciones de gol al de Víctor Femández.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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