Forbes arranca con fuerza en la carrera hacia la Casa Blanca
Los millones no son garantía de triunfo, pero son imprescindibles para hacer política en Estados Unidos
Desde los suburbios prósperos de Nueva Jersey, Estados Unidos se ve como un país paradisiaco en el que cualquier sueño está al alcance de un norteamericano esforzado y honesto. En Bedminster, uno de esos refugios residenciales a una hora de Nueva York, Steve Forbes está rodeado de razones para ser optimista: una lujosa mansión, una adorable esposa, cinco preciosas hijas, una importante empresa editorial y una fortuna calculada entre los 300 millones y los 400 millones de dólares (unos 50.000 millones de pesetas). Una tarde de septiembre, Forbes decidió compartir ese optimismo con sus compatriotas, añadió a sus propiedades. una oficina con 50 expertos electorales, se hizo candidato presidencial, prometió un mundo sin impuestos y, en menos de cuatro meses, es el principal rival de Bob Dole a la candidatura del Partido Republicano.Esta es, en resumen, la historia de lo que es el fenómeno más llamativo de la campaña electoral norteamericana. Hasta ahora todo ha sido fácil para Forbes, heredero de un imperio editorial en el que destaca la revista que lleva su nombre. Sin apenas moverse de Bedminster, Forbes se ha situado segundo en las encuestas para las primarias de New Hampshire y aventaja a Dole en más de 10 puntos en la siguiente prueba electoral, Arizona. Forbes no ha tenido que hacer gran esfuerzo para recolectar dinero -ha puesto el suyo, y le ha bastado la compra de espacios publicitarios en la televisión para vender con éxito su programa: un impuesto horizontal del 17% para toda la población y una promesa de acabar con la desacreditada clase política de Washington.
Hasta ahora ha sido la sencilla campaña de un candidato con mucho más dinero que los demás y menos esclavitudes políticas. Pero ni el dinero ni la candidez del público duran para siempre. El apoyo al impuesto horizontal ha ido disminuyendo a medida que se ha ido demostrado que favorecía a los ricos. Por lo que respecta al dinero, Forbes se ha gastado ya 15 millones de dólares de su propio bolsillo, y no quiere llegar a la cifra de 60 millones que Ross Perot empleó en 1992.
Su campaña, que sólo requería donaciones de 10 dólares en los anteriores actos de recolección de fondos, ha comenzado a organizar penas a 1.000 dólares el cubierto. El propio Forbes ha organizado un sistema para no perder demasiado en esta aventura. Sus contribuciones personales han sido cedidas como préstamos a su propia campaña. De manera que si consigue recolectar tanto como él mismo ponga podrá recuperar después el préstamo.
Renuncia al dinero federal
El propósito de la estrategia de pedir dinero es, según el jefe de su campaña, William Dal Col, "demostrar que Forbes cuenta con apoyo a todo lo ancho del país". Pero una de sus consecuencias será que Forbes podrá gastar más con menos riesgo para sus negocios. A su favor juega el hecho de que, como ha renunciado voluntariamente al dinero que el Gobierno federal tiene que entregar a los candidatos -una cantidad idéntica a la que consigan reco lectar-, Forbes no está afectado por las leyes que establecen un límite de gasto en cada Estado. Los millones no son garantía de éxito, pero son imprescindibles para hacer política en EE UU. Nadie puede aspirar a participar en una carrera presidencial con menos de 20 millones de dólares, y eso sólo alcanza para las elecciones primarias. Bob Dole y otro de los principales candidatos republicanos, Phil Gramm, han reunido ya esa suma.La tradición de millonarios convertidos en políticos se remonta hasta George Washington y Thomas Jefferson. Un columnista de The Washington Post, David Broder, ha calculado que 28 de los 100 senadores son multimillonarios. La mayoría están en las filas republicanas, pero también entre los demócratas se han conocido apellidos tan ilustres y ricos como Rockefeller o Kennedy.
Algunos con mucho dinero han fracasado en sus aspiraciones políticas -Ross Perot y Michael Huflington, que cayó derrotado en California, en 1994, después de haber gastado 28 millones de dólares, son dos ejemplos-, pero aquellos que, no lo tienen en abundancia tienen que buscar amigos que lo tengan. Bob Dole, que ha declarado más de medio millón de dólares de ingresos en 1995, tiene apoyo de donantes como Carl Lindner, propietario de las bananas Chiquita, que ha puesto ya 100.000 dólares.
Phil Gramm, que sólo declaró 300.000 dólares, ha encontrado el respaldo de la Asociación Nacional del Rifle, que le ha entregado ya 440.000. El cuarto de los candidatos republicanos en liza, Lamar Alexander, es uno de los que mejor situación financiera presenta, casi 550.000 dólares anuales, pero no ha conseguido hasta el momento donaciones que alcancen los 100.000.
El presidente Bill Clinton, que sólo tiene el ingreso de sus 200.000 dólares de sueldo anual como presidente, ha recibido ayudas por encima de los 100.000 dólares de la firma financiera Goldman Sachs y de una asociación de maestros. Su campaña disfruta de la situación económica más. sólida al no tener ningún rival con quien repartir la tarta de las contribuciones del Partido Demócrata.
Todo el dinero del mundo puede ser, desde luego, poco para comprar la opinión del. público en un debate electoral. Eso lo sabe Forbes, que este mismo, sábado renunció a participar en uno en New Hampshire. Pero sí vale para que un nombre suene y la campaña política se convierta, al menos, en una gran campana publicitaria. Según la revista Fortune, la gran rival de Forbes en el campo de las publicaciones económicas, eso es todo lo que pretende Steve Forbes en 1996.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.