Debate sobre la libertad en Internet tras la difusión de un libro prohibido
El texto fue introducido en la red mundial desde un café francés
El éxito ha sorprendido a la propia empresa. Pascal Barbraud, el propietario del cibercafé El Web de la ciudad francesa de Besançon, no imaginaba que su decisión de poner a la disposición de todos los usuarios de Internet el libro Le Gran Secret, del doctor Claude Gubler, iba a provocar tanta polémica. "Gubler había sido amordazado e Internet está ahí para defender la libertad de expresión" dice Barbraud.
En Le Grand Secret se afirma que François Mitterrand estaba enfermo de cáncer desde 1981 y que hubo que guardar el secreto en nombre de la seguridad del Estado. Gubler era el médico personal del presidente fallecido y su libro, del que se vendieron 45.000 ejemeplares en un sólo día, fue retirado de las librerías por orden judicial, debid0 a que no respeta "el secreto médico" y atenta contra "el derecho a la intimidad de las personas".La difusión del libro a través de la red informática pone en evidencia un vacío jurídico o, cuando menos, la ineficacia de los medios legales de -protección de la propiedad intelectual.No faltan voces reclamando una policía del ciberespacio. Tampoco existe jurisprudencia sobre Internet.
Además, dado el carácter mundial de la red, nada impide a los eventuales infractores de la ley instalarse en un país que no haya firmado los acuerdos internacionales sobre la propiedad intelectual. El Sindicato de Editores, que se había manifestado en contra de la decisión judicial de la retirada preventiva del libro, considera ahora que Internet difunde una "copia no autorizada" del volumen y recuerda que "los derechos de reproducción y representación de un libro son monopolio estricto del autor y su editor". En definitiva, que los editores están a favor de "la. libertad de expresión", pero también contra una libertad de expresión al margen del control judicial.
El cibercafé El Web recibe estos días muchas más demandas de conexión de las que puede atender. La red está saturada. Normalmente, para copiar en el disco duro un libro como Le Grand Secret se necesitan unos cuarenta minutos. Pero estos días es imposible conectar con Besangon -más de 30.000 conexiones por hora solicitadas- durante el día y sólo a partir de las doce de la noche resulta factible intentar copiar el libro, pero siempre a un ritmo muy lento, de apenas veinte páginas por hora.
Internet, que encontraba dificultades para popularizarse en Francia, ha recibido un formidable respaldo, gratuito. Sin embargo, el peligro de un éxito tan vertiginoso es evidente: los Estados no pueden seguir comportándose como valedores de ciertos principios morales cuando se trata de los medios de comunicación clásicos y ausentarse en cambio cuando se trate de comunicación informática.
Puede que al final todo se resuelva: muchos comerciantes dicen que sólo están dispuestos a entrar en Internet si se garantiza la confidencialidad de las transacciones. De la necesidad comercial, que no moral, puede que surja la reglamentación legal.
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