Benditos pepdedores
Roy Loney nunca falla. Hace un año ya lo demostró, haciendo en España un pedazo de concierto de los que hacen historia. La noche del sábado volvió a dar en el centro de la diana, proporcionando al respetable otra velada de las que obligan a exclamar: "¡Yo estuve allí!".Y eso que el ambiente no era en exceso propicio, al encontrarse el mundillo del rock madrileño anonadado y de luto por la noticia del inesperado fallecimiento de Ricki, rockero francés que llevaba varios años afincado en nuestro país bregando, como un paisano cualquiera, por el mantenimiento y desarrollo, noche a noche del rock and roll entendido como algo vivo.
Francamente, Ricki no podía haber tenido mejor homenaje que la sensacional actuación de un veterano al que la plenitud y serenidad musical le han llegado casi al cumplir la cincuentena. Loney es eso que los amantes de los mercados amplios en la música suelen calificar como un auténtico perdedor. Pero lo cierto es que, si los perdedores como éste proliferaran, a más de un rockero de Seattle se le iría toda la tontería que lleva encima.
Roy Loney
Roy Loney, voz y guitarra acústica; Jim Sangster y Joey Kline, guitarras; Kevin Lee, bajo, y Graham Black, batería. Sala El Sol. 1.500 pesetas. Sábado, 20 de enero.
Roy actuó arropado por una superbanda, en la que han recalado miembros de combos tan respetables como Young Fresh Fellows, Bum, Pickets y Model Rockets y que no daba un solo instante de respiro al borbotón de adrenalina colectiva. Todos tocaban y cantaban, en calidad y cantidad, como auténticas fieras del género, de modo que resultaba imposible tener una pizca de sensibilidad musical y dejar los pies quietos un solo instante. Puro rock para bailar sin parar un segundo.Banda de 'culto'
Loney ofreció algunas de las mejores piezas del extraordinario repertorio de los Flaming Groovies -la banda de culto por excelencia-, e, incluso, largó dos magníficas recreaciones de With a girl like you, de los Troggs, y Sorry, de los australianos Easybeats, concluyendo con el más simple y efectivo himno al descontrol juvenil compuesto jamás: Louie Louie.
El público, que llenó la sala madrileña donde últimamente se celebran los conciertos con los grupos más punteros que pasan por la capital, terminó en plan delirio colectivo, mostrando que la buena música no tiene fecha de caducidad y que benditos los perdedores, si todos son así. A Ricki también le habría encantado.
Babelia
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