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GUERRA EN EL CÁUCASO

El sitio infernal de Pervomáskoie

Soldados rusos enmascarados impiden que testigos molestos asistan al exterminio de los guerrilleros chechenos

Pilar Bonet

Evitar al máximo los testigos molestos. Esta es la operación de exterminio a sangre y fuego contra los guerrilleros chechenos que el Kremlin continuaba ayer por segundo día consecutivo en el pueblo daguestano de Pervomáiskoie, bajo la batuta del jefe del Servicio Federal de Seguridad (SFS), Mijaíl Barsukov. Pervornáiskoie es un escenario infernal desde el lunes, pero a los puestos de control de Aksái, una localidad situada a unos ocho kilómetros del lugar del ataque, la violencia se filtraba ayer por la tarde de forma fragmentaria, como algo lejano.Junto a los carros blindados del OMON (tropas antiterroristas), agentes enmascarados y con metralleta al hombro verificaban la documentación de quienes querían proseguir su viaje hasta alguna de las aldeas más cercanas a Pervomáiskoie.Ante la actitud contundente del OMON, nadie se atrevía a protestar, pero algunos conseguían llegar algo más cerca de Pervomáiskoie, a los pueblos de Térechnoie o Sovétskoie, para encontrarse allí con otros puestos de control semejantes. Todos, excepto los protagonistas reconocidos del drama -el comando de los lobos solitarios de Salmán Radúiev, las tropas federales rusas y los rehenes- eran mantenidos a distancia del escenario, como si fueran espectadores de la película Apocalypse now en versión caucásica.Una veintena de rehenes (de los más de cien capturados) habían sido liberados hasta ayer por la tarde, y una quincena se trasladaron en autobús hasta la ciudad de Kizliar, donde el martes de la semana pasada comenzó la odisea. Otro rehén, VIadímir Timoshenko, un obrero de Kizliar, apareció solo ayer por la mañana en Aksái. Iba pringado de fango y tenía un ojo morado. Los médicos del centro ruso especializado en catástrofes, dependiente del Ministerio de Sanidad, le encontraron varias costillas rotas. Timoshenko no había sido liberado; se había marchado por su propio pie, después de pasar la noche hundido en una trinchera mientras los guerrilleros disparaban sobre su cabeza. Timoshenko es ruso, como muchos de los habitantes de Kizliar. Algunos daguestanos daban importancia al origen y predominio étnico ruso en Kizliar, como si este detalle exculpara en parte al comando checheno. Sin embargo, coincidían en afirmar que hubieran preferido que las tropas rusas provocaran el desenlace del secuestro en Chechenia.

Timoshenko fue el primer paciente del equipo de 20 médicos civiles que el Ministerio de Sanidad de Rusia envió a Daguestán el pasado día nueve para atender las emergencias que se produjeran en el secuestro de los rehenes. "Lo más incomprensible de esta situación es que no nos llegan las víctimas y que estamos aquí sin hacer nada", comentaba el doctor Vladímir Petróvich, anestesista y experto en reanimación.

Las víctimas son trasladadas en helicópteros militares, según Kurbán, el conductor de una ambulancia que llegó a Aksái desde las inmediaciones de Pervomáiskoie. Kurgán aseguró que los combates continuaban a las tres de la tarde en Pervomáiskoie y que los helicópteros sobrevolaban el pueblo. Tras recoger vendas, alcohol y mantas, el chófer reemprendió camino con la esperanza de acercase esta vez algo más al lugar de la tragedia.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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