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Entrevista:

"La 'pelota de tenis' servirá para transportar medicamentos por las células"

Javier de Mendoza es un químico al que le gusta sobre todo lo que de creativo tiene su trabajo, volcado en la síntesis de moléculas de diseño, también llamadas inteligentes. Por eso, aunque no desprecia el ordenador como herramienta de trabajo, piensa que para explotar al máximo sus posibilidades debe haber algo detrás: modelos físicos, conocimientos, en suma, y saber aprovechar las líneas marcadas por la naturaleza a lo largo de siglos de evolución. De todo ello ha salido su última criatura, una molécula capaz de. cerrarse sobre sí misma y albergar en su interior otra molécula más pequeña de forma que pueda, por ejemplo, atravesar barreras biológicas como las membranas celulares. La pelota de tenis, como se conoce ya entre los químicos, ha merecido recientemente la por tada de la prestigiosa, revista Science y ha sido destacada por la misma publicación como uno de los 10 avances de la ciencia del año pasado. Ha sido una colaboración de este catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid con un equipo del Massachusetts Institute of Technology, de EE UU. Pregunta. ¿Cómo surgió la idea de la pelota de tenis?

Respuesta. Hace unos tres años, en Boston, cuando estaba con un gran amigo mío, el profesor Julius Rebek, que firma junto a Robert S. Meissner y conmigo el artículo de Science. El quería construir una molécula que fueran dos ochos curvados, que se cerraran sobre sí mismos como una pelota de tenis, pero no tenía una idea clara de qué estructura química podría ser.

P. ¿Qué interés tenía esta idea?

R. Hace bastantes años que los químicos intentan hacer cajas o cavidades grandes que puedan selectivamente reconocer otras moléculas para albergarlas en su interior. Pero si la caja es grande pero está hecha con enlaces fuertes, es como una jaula y las moléculas no pueden entrar ni salir. Quería mos imitar a la naturaleza y ser ,capaces de hacer una molécula , pequeña, inteligente, que fuera capaz de cerrarse en forma esférica mediante unas fuerzas débiles denominadas enlaces de hidrógeno, como las que unen la doble hélice del ADN. Así pueden entrar las moléculas exteriores y quedar encapsuladas.

P. ¿Cuál fue su aportación al proyecto?

R. Fue dar una idea de qué mólécula podía servir. Diseñé una molécula en forma de U, a partir de otras moléculas sobre las que yo ya había trabajado. Luego trabajé con los modelos y con el ordenador y mandé la idea. La hicieron allí porque tienen más becarios, no por los medios técnicos, que también los tenemos aquí.

P. ¿Hubo problemas?

R. Sí, sintéticamente era bastante difícil de preparar y entonces hicieron un prototipo más pequeño, con lo que se hizo famosa la idea de la pelota de tenis. Sin embargo, en esta cavidad cabían solamente moléculas muy pequeñas, como el metano. Actualmente es más interesante porque ya caben unidades mucho mayores.

P. ¿Qué importancia tiene y cómo funciona?

R. Es bastante importante desde el punto de vista conceptual y a partir de ahora mucha gente hará moléculas de esta manera. Cuando la molécula está en un disolvente o sustrato inadecuado, simplemente se asocia en cadenas, forma polímeros. Pero si se le pone el sustrato adecuado en tamaño y forma, entonces, adopta la forma. esférica y engloba el sustrato, que puede salir y entrar. Es lo mismo que hacen las proteínas.

P. ¿Y qué ventajas presenta?

R. El interés es doble, pueden servir para encapsular sustratos y transportarlos por las células a través de las membranas, que son como murallas, y estos sustratos pueden ser medicamentos, de los cuales se podrían reducir mucho las dosis. Y en química pura servirían para hacer cápsulas -vasijas o matraces moleculares- dentro de las cuales tuvieran lugar reacciones químicas.

P. ¿Qué es exactamente esta molécula?

R. Su nombre químico es muy complicado y nunca lo utilizamos. Tiene ureas cíclicas con grupos funcionales complementarios. En la parte interior tiene grupos carbonilo y en la exterior grupos NH, que son capaces de reconocer los carbonilos.

P. ¿Qué tamaño tiene?

R. Para un químico es gran de un biólogo es pero para muy pequeña. Pero en ésta, por ejemplo, cabría algún medicamento, como la aspirina. Lo que pasa es que hay que diseñar una molécula para cada sustrato que se quiera englobar. Hay que empezar pensando en lo que se quiere hacer y cómo es la molécula que se quiere atrapar y no al revés.

P. ¿Siguen trabajando en el tema?

R. Sí, porque lo que hacemos en mi grupo es sobre todo reconocimiento molecular, con vistas, entre otras cosas, al tratamiento del sida. En este tema más conceptual por ahora sólo pienso en aumentar el tamaño de la pelota de tenis, ver cuántos enlaces necesito. También estamos pensando en espirales, y, por ejemplo, en hélices que puedan reconocer una secuencia determinada de la doble hélice del ADN y cortarla por allí donde se fijan, como una especie de tijeras químicas.

P. ¿Por qué interesan tanto estas moléculas en farmacología?

R. Lo que ocurre es que muchos fármacos, como los utilizados contra el sida y el cáncer, hay que utilizarlos en dosis masivas, y como son tóxicos acaban perjudicando al paciente. Encontrar dianas que puedan ir directamente y sin alteración a la célula infectada o maligna es el sueño de todo farmacólogo. Estamos lejos de eso pero nos estamos aproximando. Utilizamos la naturaleza como una fuente de inspiración, pero hacemos moléculas que no tienen nada de naturales y, de hecho, podemos llegar mucho más lejos que ella. Tenemos la desventaja de que tenemos poco tiempo porque la naturaleza ha tenido millones de años, pero la ventaja de que podemos utilizar piezas de todo tipo en nuestro lego molecular.

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