Días de crispación
Exasperación y frustación en la vida política y social de 1995
INMACULADA DE LA FUENTE Enloquecer por nada -aparentemente-. Gritar por nada -por nada acuciante-. Matar por nada -y como consecuencia, hacer morir por nada-. El año que acaba ha tenido un aura de crispación social, una ansiedad colectiva por quitarse el lastre de la crisis económica y hacer desaparecer por ensalmo la frustración de que nada cambie o que todo cambie a destiempo. El diccionario define la crispación como una "contracción repentina y pasajera en el tejido muscular o en cualquier otro de naturaleza contráctil". Y ciertamente ha habido a toneladas de lo uno y de lo otro, de rictus malencarados y de contracciones en el tejido social y político. De exasperación general. De alboroto como forma de reivindicación existencial o ideológica. O de muerte. La muerte inútil a la salida de una discoteca. O la matanza por encargo de unas víctimas que los verdugos sólo conocerán después de hacerlas pedazos. Nadie puede negar que ha sido un año duro, ni que han faltado motivos para la indignación. Pero ¿cuánto de duro puede ser un año en un país occidental y en una democracia sólida aunque no del todo madura? Seguramente no tanto como han podido dar a entender los púlpitos más incendiarios. O al menos no siempre han coincidido sus peores diagnósticos con los de los ciudadanos, obsesionados por unas preocupaciones muy concretas: el paro es el problema esencial para más del 60% de los españoles, seguido de la droga (el 43,4%) y la delincuencia (el 19%), todo ello según el barómetro de opinión de enero realizado por el Centro de Investigaciones Científicas (CIS). En cambio, la situación política sólo concita el interés del 16%, un dato más que explicita el divorcio existente entre políticos y ciudadanos. El paro, en torno al 22% según el Inem, es el termómetro que regula el tono vital de la economía. Mientras que la media europea se cifra entre el 10% y el 12%, España soporta un desempleo endémico que la controvertida reforma del mercado de trabajo no ha remontado, y que recae sobre todo en jóvenes y mujeres. El 52% de los jóvenes entre 16 y 19 años está en paro, el 44% si se toma la franja de edad entre 20 y 25 años. "La generación que tiene en torno a 20 años, la que nació en 1974, es la más numerosa. Ese año coincidió con la fase más alta de la natalidad, que cayó posteriormente, con más retraso respecto a Europa", afirma Joaquín Arango, presidente del CIS. "Es la generación que fue reventando los colegios primero y luego los institutos y que ahora tiene también más dificultades de cara al mercado de trabajo". La incorporación de la mujer, más tardía también, ha permitido a las más preparadas entrar en el mercado, pero ha dejado en puertas a un alto porcentaje que ha disparado la tasa de desempleo femenino, y con ella, el general. "No es lo mismo la crispación generada entre las élites políticas y las cúpulas partidarias y la irritación que sienten los ciudadanos, más centrada en la crisis económica y las cuestiones socioeconómicas", prosigue Joaquín Arango. Las encuestas revelan una escalada de la crispación en la primavera, primero con la resaca de la detención de Roldán, y en junio con las escuchas del Cesid. Pasado el paréntesis estival, septiembre trajo conflictos laborales -Astilleros- que se expresaron con gran contundencia y político judiciales con el paso al Supremo de la supuesta participación de Barrionuevo en el secuestro de Segundo Marey. Luego, lo que pudo ser un nuevo apocalipsis -las acusaciones de De la Rosa de que el Rey estaba detrás de ciertas operaciones de Manuel de Prado- quedó en un conflicto de intereses mercantiles entre ambos financieros, y las trompetas cesaron. "En el final del trimestre se ha apreciado cierta distensión", resalta Joaquín Arango. El espejismo de la tregua navideña. "Pero la campaña electoral será feroz", pronostica Antonio San José, director de una de las tertulias de Radio Nacional. Y Arango apostilla: "La irritación no se va a traducir en abstención. Al contrario, ha producido entre los ciudadanos un mayor interés por la política, pese a haber ingredientes de desafección hacia el PSOE y falta de ilusión hacia la alternativa". Los psiquiatras consideran normal y proporcionada la indignación, pero. atribuyen a la crispación un tinte fronterizo y limítrofe con la alteración y la psicopatología. "Gran parte de la crispación ciudadana está provocada por la corrupción, y no cuestiona el sistema democrático, sino el uso que han hecho algunos de esa democracia", analiza el catedrático de, psiquiatría Carlos Castilla del Pino. "En la derecha, en cambio, parte de la crispación procede de que no ha gobernado aún, y además tiene conciencia de que no van a ganar por ellos mismos, sino por los males de los otros", agrega. Un encono que confluye de una manera especial en Madrid, "donde los centros de poder siguen mirándose el ombligo, donde todo se cocina, y está el enterado, una imagen centralista que no tiene en cuenta que en. el resto de España no se vive de una manera, tan exasperante", añade Castilla del Pino. Luis del Olmo comparte este último punto de vista del psiquiatra cordobés: "Yo, que vivo en el puente aéreo, notó que en Barcelona no existe crispación alguna y que ese malestar se acrecienta en cuanto te acercas a los medios hablados y escritos madrileños", dice. "Es cierto que la pauta del año ha estado marcada por una banda de golfos y sinvergüenzas de la política, pero, la realidad no es tan áspera como la pintan ciertos medios, y yo mismo he empezado a introducir buenas ñoticias en Protagonistas", agrega. ¿Será menos crispado el año que empieza? "Dependerá del resultado de las elecciones. Yo no estoy pidiendo el voto para nadie, pero creo que nos vendría bien un cambio de aires". Antonio San José también es de la opinión de que ''los errores socialistas han sido gravísimos y han creado un clima de bochorno", pero éstos "han sido incrementados por la clase política y periodística, que han actuado, de catalizadores para obtener beneficios de ellos", opina. Pero si la indignación por los escándalos parece justificada, lo que no se explica Castilla del Pino es que el paro no provoque reacciones más airadas, "tal vez porque el subsidio y la economía encubierta frenen algo el de«scontento". Sentimiento de frustración por la falta de perspectivas laborales, que no impide que "la sociedad civil sea cada vez más solidaria y tolerante. España es el país europeo con mayor número de donantes de órganos y la gente se conmueve con las tragedias bosnias y las hambrunas africanas y colabora con víveres y dinero con las ONG", recuerda el profesor Castilla del Pino. Los sociólogos creen que es la familia la que impide que las aguas de la indignación social lleguen a desbordarse. "La familia en España goza de buena salud y no sólo se readapta a todo cambio histórico y social, sino que además sirve de muro de contención de las tensiones externas. Ni siquiera hay guerra intergeneracional, ahí se ha llegado al pacto, bien sea por tolerancia o indiferencia", dice el catedrático de sociología Julio Iglesias de Ussel. "Una batalla, la de los horarios, ganada por los jóvenes, que han conseguido una situación fáctica de estar toda la noche en la calle, algo que no tiene parangón en el extranjero", continúa el sociólogo. La familia no abandona, ciertamente "Es el. principal sistema de. bienestar social para los miembros en paro o de edad avanzada", dice la socióloga Teresa Bazo, coautora de un reciente trabajo sobre el cuidado de los enfermos y ancianos en las familias. "No sólo cobija y mantiene a los jóvenes, la mayoría sin trabajo y a la vez grandes consumidores, sino que se ocupa también de los ancianos enfermos o discapacitados (entre el 10% y el 15% de los mayores). Por eso mismo, razona Bazo, porque se espera demasiado de la familia y de su apoyo, "se genera una tensión latente en ella que estalla en conflictos menores y cotidianos. Es una caja de resonancia donde convergen las frustraciones y las demandas de cada, uno de sus miembros", concluye la socióloga. Sin excluir la brutalidad del maltrato físico y psíquico de mujeres y niños. "Más que crispación, en los ciudadanos de a pie lo que hay es un sinfín de frustraciones, una queja inarticulada y generalizada al sistema. Lo que a la gente le irrita es que los políticos derrochen el tiempo en rifirrafes endogámicos en vez de darles soluciones", añade Iglesias de Ussel. Un alejamiento de la política que confirma la resignada indiferencia del barómetro del CIS de septiembre: pese a que el 63% piensa que la situación política es mala o muy mala y el 27% concede que es regular, sólo el 22% confía en que si gobernara el PP irían las cosas mejor, y un elevado porcentaje, en tomo al 52%, pronostica que serían igual o peor. "Este año se ha producido una alteración de los papeles tradicionales: policías encarcelados, banqueros que roban, políticos que mienten.... unidos todos ellos por una defensa numantina de su inocencia y de su derecho al silencio", dice el juez y ex diputado socialista Ventura Pérez Mariño, compañero de viaje de Baltasar Garzón en las elecciones de 1993 y silencioso desertor del Grupo parlamentario Socialista. Pérez Mariño sigue enjuiciando así el año que acaba: "Hay actores que huyen de su personaje y actúan de su contrario, se acusan mutuamente y provocan el caos en el escenario. Mientras, en el patio, se produce el asombro de todos aquellos que quieren una función normal". Francisco Jarauta, catedrático de filosofia y analista de culturas emergentes, también ha visto este año como "una representación sin representados. Nos hemos convertido en testigos de cargo de unos políticos obstinados en ocultar y justificar usos indebidos del Estado de derecho con la correspondiente instrumentalización de la política", agrega. Y propone "recuperar otras reglas de juego, una mayor responsabilidad política, una defensa más radical de la democracia". Ese baile de máscaras ha contribuido a que muchos ciudadanos se distancien de la política. Preguntados por el CIS en febrero sobre: qué clase de sentimientos les inspiraba la política, un 50% contestaba que desconfianza; un 35%, indiferencia; un 32%, aburrimiento, y un 27%, irritación. Sólo un 10% la relacionaba con el compromiso, y un pírrico 3%, con el entusiasmo. "En el plano de las élites se aprecia un encono más personal que ideológico, o al menos ligado a intereses de grupo; en cambio, en el plano social la ideología cuenta más, sobre todo en determinados sectores que se ven más identificados con la derecha o la izquierda", resalta Arango. Dentro de ellos se encuentran esos siete puntos de diferencia de predición de voto a favor del PP. "Payaso" fue llamado Narcís Serra en el Parlamento durante su comparecencia para explicar las escuchas indiscriminadas del Cesid robadas a la institución y difundidas por un periódico madrileño. "Cero a la izquierda; perdón, quise decir cero a la derecha", le obsequió luego el linchado Serra a Francisco Alvarez Cascos, del PP, tras recordarle que no tenía legitimidad para atacar. Pero antes éste ya se había desquitado al definir a Felipe González como "un cínico que miente con aplomo". Pero no sólo fue lo del Cesid. La crispación ha sacado a la luz un descarnado estilo parlamentario que ha dejado las vísceras de la política al descubierto. La fina artillería la han empleado los que han demostrado ser las primadonnas del Congreso: el ministro Juan Alberto Belloch y el aspirante a sustituirle -si las urnas lo permiten- Álvarez Cascos. De "indigno e incompetente", además de "encubridor de las escuchas a Garzón", le ha calificado el tremendista secretario general del PP al biministro, mientras Belloch, más florentino, realizaba un cansado ejercicio de esgrima verbal sin dejar de echar humo por sus barbas y árnica por sus ojeras. Los más templados -entre ellos, Ribó y López Garrido por IU, Alberto Ruiz-Gallardón por el PP, Peces-Barba, Maravall o algunos socialistas catalanes por el PSOE-, sin embargo, han evitado esa afición a la casquería o a la gramática parda. Gallardón, incluso, ha logrado, con su tono versallesco, ser el más peligroso rival socialista al ser el político más votado de Madrid en las elecciones autonómicas. "La crispación es consecuencia de la simplificación, y a mí el tiempo me ha enseñado a no ser maniquea: hay buenos o malos, corruptos o puros", dice Julia Otero, conductora de una tertulia radiofónica en tono distendido. A Otero, le parece, cuando menos, sospechoso "que los que alimentan cada día la crispación griten así no se puede seguir". "Hemos vivido días de incertidumbre y agonía que me han recordado los de la primera transición, cuando, al igual que hoy, nos desayunábamos con algún sobresalto", comenta el magistrado José Antonio Alonso, portavoz de Jueces para la Democracia. "Ha habido una confusión entre el juicio político y el judicial, y eso ha dado un papel excesivo al juez y ha envenenado las cosas. El juez puede dar una sentencia basada en pruebas, pero no un juicio político, y no es sano que ambos espacios se confundan". A Alonso le inquieta que a los jueces se les dé un poder político que sólo pueden dar las urnas. "La crispación política ha aumentado, pero la social, sobre todo en cuestiones de seguridad, ha retrocedido", afirma Margarita Robles, secretaria de Estado de Interior. "Una cosa es la vida política y parlamentaria, y otra, la social. Y en las once grandes ciudades españoles más expuestas a la delincuencia ha habido un seguimiento y el número de delitos ha bajado", añade. Admite que es posible que el ciudadano apenas haya notado que la delincuenca haya menguado, pero en Interior estos logros estadísticos reconfortan. "Todo es mejorable, pero no es cierto que todo vaya mal. Lo que sucede es que esta casa es muy ingrata y la normalidad no se valo ra. Pero también es cierto que robos y asesinatos va a seguir habiendo, porque si no los hubiera, viviríamos en el edén". A Robles le molesta que el PP descalifique la política antiterrorista del Gobierno en reinserción por razones electoralistas. "Lo mejor que podemos hacer con el terrorismo es aunar fuerzas y callarnos". Le preocupa también que la desesperación ciudadana frente a la máquina de matar de los terroristas induzca a hablar de ineficacia policial. "Hay medios periodísticos que han hecho apuestas claras por el PP y sé que van a aparecer artículos en los próximos días arguyendo que la policía es poco eficaz". Y se lamenta de que "transmitas lo que transmitas, siempre vas a tener menos credibilidad que un periodista opinando de eso mismo en una tertulia. Y yo creo que no vale todo, y que esto no es justo para el ciudadano". "No podía ser un año tranquilo uno que, como éste, empezó con los GAL y terminó con el Rey", apunta el sociólogo Enrique Gil Calvo, que "considera lamentables sobre todo la falta de unidad ante ETA y las actitudes pueriles y melodramáticas cuando hay atentados". Pero también destaca que la sociedad civil vive de espaldas a las trifulcas de los políticos, sobre todo "al tono áspero de algunos diputados, sean los andaluces de IU o algunos del PP". En su misma línea, Jarauta cree que los políticos han reclamado una atención excesiva: "ha habido un secuestro de la sociedad civil en favor de una hipertrofia de la política basada en la defensa de los usos de la tribu, de grupo contra grupo". Fuera de la política, el catedrático de psiquiatría Alonso Fernández ve la crispación como un fenómeno de violencia social: "Es un producto de la ideología de la violencia que se extiende en nuestra sociedad, entendida en forma de calumnia, amenaza, insulto o castigo administrativo como métodos para conseguir sus propósitos. Este caldo de cultivo ideológico ha llegado a todos, y en particular a determinados grupos de jóvenes, pero lo lamentable es que sea el vehículo utilizado también a menudo por la autoridad y la burocracia para controlar comportamientos". El profesor Alonso Fernández se hace eco de algunos estudiosos que consideran "la ideología de la violencia como una herencia de las sociedades autoritarias", de modo que una Vez eliminado el caudillo quedarían pequeños caudillos en cada esquina de la vida. "Una diáspora del autoritarismo y el poder que, si se desarrolla con moderación, no tiene por qué ser negativo, siempre que no se oponga a la tolerancia; en ese caso habría que ser pesimista". El acceso al poder del PP eliminará elementos de crispación, aunque es posible que cree otros. "Puede ser ventajoso un cambio, aunque personalmente me eche a temblar", dice Castilla del Pino, "y puede ser bueno que la derecha sepa lo que es gobernar, porque oyes a Rato o a Aznar y parece que no hay tareas imposibles"."Una de las causas de la crispación se debe al empleo retóricamente perverso del lenguaje", dice, por su parte, el catedrático de Teoría Política Ramón Cotarelo. "Eso de decir que hay una situación insostenible... Pero ¿insostenible, por qué? ¿Porque se ha reabierto judicialmente el caso GAL 12 años después? ¿Porque unos delincuentes pertenecientes a las élites política y económica han sido detenidos y encarcelados?", se pregunta Cotarelo, uno de los pocos politólogos especializados en quedarse solo en los debates defendiendo al presidente del Gobierno. "¿Usted cree que es lógico que pedir sosiego acabe llamando la atención y se considere excéntrico?, ¿cree que es plato de gusto asumir ese papel? Pero alguien tiene que hacerlo". Cotarelo atribuye al sentido de responsabilidad de González el que haya aceptado volver a encabezar el cartel electoral: "Es una vergüenza cómo se ha tratado a este hombre al que la historia acabará poniendo en su sitio". Reconoce que también a Suárez se le hizo una oposición cainita y desmesurada, pero, "frente a llamarle tahúr del Misisipi o caballo de Pavía, ¿quiere recordar todo lo que se ha dicho contra González en el Parlamento en esta legislatura? Al menos, con Suárez la oposición se atrevió a plantear una moción de censura y esta oposición no se ha atrevido. ¿Cesará con las elecciones esta escalada verbal de la tensión? "Depende de que los que crispan acepten o no el resultado electoral, que, por lo que he leído, puede ser contrario a sus expectativas. De hecho, ya se ha amenazado con crispar más si se presentaba Felipe González". Entretanto, los ciudadanos despiden el ano sin hacerse demasiadas ilusiones colectivas. Juan, un padre de familia que vivía en una vieja corrala en Chamberí, en Madrid, dice haber ganado calidad de vida al marcharse a un piso nuevo de Móstoles. "Estoy muy contento porque antes era salir a la calle con los niños y ponerme crispado con tanto coche y tanta gente vendiendo y comprando en medio". Entre tanto, María, una diminuta anciana que pasea por las inmediaciones de ópera con su bolsito negro de skay, su abrigo negro, su bastón y sus ojos abiertos de expectación bajo los cristales de sus gruesas gafas, se coge del brazo de alguna cara que le inspira confianza, pide que le ayuden a cruzar el semáforo -y agarra con fuerza el brazo de su circunstancial compañero hasta que el disco esté verde- y luego, ya en la acera, no se suelta. "A pasear, vamos a pasear, parece que ya no hace tanto frío, verdad? Ah, ¿dices que tienes prisa? Pues voy contigo adonde tú vayas". Qué bien sabe vivir esta anciana dentro de su simple y solitario vivir. La muerte no la cogerá en su frío piso en ningún invierno. Tal vez ella la esté ahuyentando con su intrépido pasear cotidiano.
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