Una entrevista de efecto retardado
Las recientes revelaciones efectuadas por Diana de Gales en una entrevista concedida a la BBC, y emitida el pasado 20 de noviembre, han sumido al Reino Unido en una de las mayores crisis constitucionales de su historia. Durante su intervención ante las cámaras, una compungida pero firme Diana no sólo confesó su adulterio con el oficial de caballería James Hewitt y califico de inhumana a la familia real, sino que puso en duda las posibilidades de ser rey del príncipe Carlos, del que está separada desde hace tres años. En opinión de muchos analistas políticos, el explosivo contenido en la entrevista sólo puede tener como consecuencia el rápido divorcio de la pareja.Mientras las encuestas de opinión mostraban, tras la entrevista, un abrumador apoyo popular a la princesa, los círculos pro Carlos se lanzaron al contraataque. Nicholas Soames, alto cargo en el Gobierno tory e íntimo amigo del príncipe, llevó la batuta en la campaña anti-Diana la misma noche de la entrevista. Otros anónimos amigos del heredero del trono reaccionaron asegurando que Carlos está sobradamente preparado y dispuesto para ceñir la corona británica. Pero el daño ya estaba hecho. Las capas ilustradas del país son las que ven con mayor preocupación el alcance de la batalla interna entre Carlos y Diana. El diario The Daily Telegraph, aunque lamentaba la pérdida de "una buena reina", negaba a la princesa cualquier posibilidad de realizar tareas institucionales tras sus declaraciones.
Intervención de Major
Para tratar de reparar los daños de sus declaraciones televisadas, Diana de Gales se reunió a primeros de diciembre con importantes asesores de la reina Isabel II y discutió con ellos su futuro. El 5 de diciembre, John Major abordó, durante el despacho semanal que mantiene con Isabel II, la cuestión, aunque no trascendió la decisión tomada.
El primer ministro se ha mostrado partidario en repetidas ocasiones de no desaprovechar el potencial diplomático natural de la princesa. El problema es que una parte de los diputados tories se muestra reticente a seguir otorgando un papel de tanta relevancia política a la esposa separada del príncipe heredero. Pero cualquier decisión que tome el Gobierno y que pueda contrariar los deseos de Diana de Gales se arriesga a ser impopular habida cuenta de la enorme atracción que ejerce sobre el pueblo británico.
De acuerdo con la legislación británica, los príncipes de Gales podrían divorciarse en un plazo de tan sólo cuatro meses. Pero quienes pensaban que tal decisión marginaría de la vida pública para siempre a la princesa empiezan ahora a comprender su error. Según asegura la prensa nacional, Diana de Gales no se conforma con un mero acuerdo protocolario sobre el papel oficial que deberá desarrollar en el futuro, sino que quiere un contrato oficial y por escrito.
Tras la crisis provocada por las declaraciones de Diana de Gales, los políticos británicos que consideran que la Monarquía debe permanecer ponen todo su interés en el príncipe Guillermo, el hijo mayor de Carlos y Diana de 13 años, estudiante en la actualidad en el prestigioso colegio de Eton.
Para Guillermo, la situación creada por Diana complica aún más su posición porque, por lo que parece, es su misma madre quien le está empujando a usurpar el trono a su padre. La mayor perdedora será la reina, que ha de procurar mantener la Casa de Windsor unida el tiempo suficiente para que un rehabilitado Carlos o un rnadurado Guillermo acceda al trono.
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