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El candidato 'eterno'

González lleva anunciando desde 1989 una retirada que nunca se produce

, Una, dos, tres..., siete. Felipe González será en 1996, por séptima vez consecutiva desde 1977, el número uno del PSOE en las elecciones generales, que ganó en 1982, 1986, 1989 y 1993. El secretario general socialista desde el congreso de Suresnes (Francia) de 1974 -sólo Pablo Iglesias, de 1879 a 1925 y Rodolfo Llopis, de 1950 a 1974, totalizan más años que él al frente del partido - lleva anunciando desde finales de 1989 una retirada que nunca se produce.

Los primeros rumores sobre la posible, renuncia de González a presidir el Gobierno se remontan a finales de 1988 como consecuencia del desgaste a que se vio sometido por su enfrentamiento con el sindicato UGT, que alcanzo su punto culminante durante la huelga general del 14 de diciembre.

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Pero, el 17 de marzo de 1989, González no sólo negó "haber designado sucesor", sino que también se declaró dispuesto a presidir el próximo Gabinete aunque su formación no obtuviera la mayoría absoluta y tuviera que gobernar en coalición. Sin embargo, el 14 de octubre, a tan sólo dos semanas de la convocatoria a las urnas, sí expuso su deseo de que aquellas elecciones fueran las últimas para él.

Dos por el precio de uno

El 1 de febrero de 1990, al calor de la comparecencia de Alfonso Guerra sobre el caso Juan Guerra (tráfico de influencias), González hizo la alusión más clara hasta entonces a su posible abandono: "Si el vicepresidente [Guerra] sintiera la tentación dé presentar la dimisión por el cuestionamiento de su honradez, habrían ganado [la oposición] muchas más bazas que su dimisión. Habrían ganado dos batallas. Dos por el precio de uno".Como es notorio, la insinuación de González no se concretó tras la dimisión, el 12 de enero de 1991, de Guerra.

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Es más, con anterioridad, el 17 de mayo de 1990, González incluso se había manifestado ya arrepentido de sus declaraciones de octubre de 1989: "Estoy dispuesto a permanecer hasta el año 2000, hasta que me echen".

En un nuevo congreso, el de noviembre de 1990, González trató de introducir en la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE a Narcís Serra y Javier Solana. La incorporación de ambos habría situado en el centro decisorio del partido a quienes eran entonces los más cualificados en la carrera sucesoria. El frente guerrista, triunfante en aquel cónclave, lo impidió.

El 21 de aquel mes, González insistió en la conveniencia de "retirarse de la vida política a una edad razonable" si bien declinó "abrir el melón sucesorio". Un año después, el 19 de noviembre de 1991, calificó de "buena idea, incluso saludable", la iniciativa, lanzada por José Barrionuevo, de limitar el mandato de los políticos.

En febrero de 1992, González dio a entender otra vez que no volvería a presentarse: "Dios nos libre de un presidente vitalicio". El 11 de mayo insistió: "Hay año y medio [el tiempo que habría quedado de legislatura si no se hubieran adelantado las elecciones] para que el PSOE decida quiénes pueden continuar la tarea". Serra, a quien se consideraba el posible sustituto, descartó que tuviera sentido hablar de la sucesión antes de 1997, año previsto para culminar el proceso de convergencia con la Unión Europea.

González, en la reunión del Comité Federal de junio de 1992, se puso a disposición del PSOE para seguir como secretario general, pero no reveló sus intenciones respecto a la candidatura electoral. El día 29 de ese mes, en pleno conflicto entre el sector renovador y el guerrista, Guerra advirtió que serían las estructuras del partido las que la designaran.

En aquellas fechas, el aparato trabajaba con la doble hipótesis de que González se presentara o no. En este el último caso, el guerrismo promovía a Manuel Chaves, él presidente de la Junta de Andalucía. Por otro lado, la ambigüedad de González hizo que varios dirigentes transmitieran la necesidad de convocar elecciones en otoño de aquel mismo año, 1992. El objetivo era forzar a González a permanecer ante la falta de margen para potenciar otra opción.

El 11 de septiembre, pese a que González seguía sin despejar la incógnita, Benegas le impulsó de nuevo: "'Es el candidato del partido. Sobre esto no hay debate alguno". Por fin, en octubre, González "Es bastante probable que el órgano que tiene que decidirlo en el partido me pida que sea candidato otra vez. Lo que tiene que saber la gente es que estoy dispuesto a serlo".

En abril de 1993, el enfrentafflieqto entre los distintos sectores del PSOE, agravado por el caso Filesa (financiación irregular del partido), llegó a su punto culminante y González se vio forzado a adelantar la convocatoria a las urnas. González designó un comité estratégico electoral y presidió la Comisión Federal de Listas, en la que se encontraba en minoria frente al guerrismo. Finalmente, el día 26 de ese mes, la Federación Socialista Madrilena aprobó la lista para el Congreso. Su número uno continuaba siendo González.

Tras la apurada victoria del PSOE, en junio de 1993, se replanteó la sustitución de González. En enero de 1994 ya trascendieron maniobras de las familias socialistas para situar a sus candidatos, entre los que volvían a figurar Solana, Serra y Chaves y aparecía Carlos Solchaga.

Sin embargo, el 24 de febrero, González atajó las especulaciones: "Si lo deciden los compañeros, es altamente probable que me presente a las próximas elecciones. No estoy cansado. Tengo más experiencia que hace 11 años y las mismas convicciones e ilusiones". El 20 de octubre, en una entrevista publicada por el diario francés Le Figaro, insistió: "Sin duda, [seré] candidato en 1997 [si me lo pide mi partido]. De paso, calificó como errores los anteriores anuncios de que no volvería a optar a La Moncloa.

No obstante, ya en julio de 1995, tras la crisis política desencadenada por los casos GAL y Cesid y que obligó a adelantar las elecciones a marzo de 1996, González afirmó que llevaba "mucho tiempo siendo cartel electoral" y que había "gente valiosa en el PSOE para tomar el relevo".

¿Solución problema?

Su entorno aseguró luego que González estaba cada vez menos dispuesto a presentarse. Pero él mismo se mantuvo reacio a aclarar su postura. En la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal, del pasado 29 de octubre, por ejernplo, cortó en seco el debate. Los más próximos a él manejaron, en los dos últimos meses, la idea de que González quedaría al cabo fuera de la contienda. Incluso él reíteró que representaba "un problema" más que "una solución". En una entrevista en el Financial Times comparó su situación a la de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, "quien no se dio cuenta de que era un problema para su partido".Tras el sesgo que dio a la cuestión sucesoria la designación de Solana como secretario General de la OTAN, González se lo pensó de nuevo. Así, el pasado día 8, criticó a los firmantes de un manifiesto en el que se pedía su relevo y expresó su "temor" a tener que volver a ser el número uno.

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