_
_
_
_
_

100 manuscritos siguen la huella de nueve siglos de la literatura española

Abierta en Madrid la exposición 'Memoria de la escritura'

El manuscrito fue desde los albores de las letras, una parte ineludible del proceso de creación. Antes de la imprenta era un original en sí y, después, la cocina íntima del, autor, donde cuajaban sus pensamientos y emociones. La exposición Memoria de la escritura, que presenta en Madrid la Biblioteca Nacional hasta el 10 de marzo, reúne cien manuscritos elegidos de un fondo de 22.600, desde la épica medieval hasta la Generación del 27. Una muestra que destaca la belleza de un arte a punto de, desaparecer.

Cada vez más escritores utilizan el ordenador para escribir sus obras y con ello se está, logrando la rápida desaparición de lo que para muchos estudiosos ha sido una fuente riquísima de información: :el manuscrito. Las dudas, tachaduras, borrones y anotaciones al margen de un texto de creación en proceso dicen tanto o más de la forma de escribir de un autor que la versión-definitiva o incluso que la edición impresa del libro. Con el ordenador, el escritor gana tiempo y simplifica mucho el proceso de escribir, de copiar y pegar en muchos casos los párrafos o capítulos enteros y el tener que volver a pasar todo el texto en limpio. Pero no queda huella de todo lo que sucedió mientras el poema, la novela, la pieza teatral, tomaba forma.La exposición Memoria de la escritura tiene un cierto carácter fetichista. La admiración por un escritor suele llevar a cierta curiosidad morbosa sobre su proceso de creación. La palabra desechada llega a tener tanto. interés como la escogida. Esto es poco apreciable en los manuscritos más antiguos que se presentan, que, por otro lado, tienen el atractivo extraordinario de remontarse a los siglos XIII y XIV, con el Poema del Mio Cid, el Libro de Alexandre o Las Partidas de Alfonso X, entre ellos. Suelen ser manuscritos medios de "edición", es decir, una versión previa a la definitiva, en los que no se nota la impronta, del autor, sino la de los copistas profesionales. Aun así, la uniformidad y belleza de la caligrafía y la profusión y fuerza de las ilustraciones: los convierten en parte importante de este arte.

Del siglo XVI se incluyen 10 manuscritos, entre los que se puede hablar ya del sello del autor en textos como los de Bartolomé de las Casas, con notas al margen y tachaduras, o la letra clara y bien dibujada de Santa Teresa de Ávila y la pulcritud de San Juan de la Cruz.

En el Siglo de Oro, el manuscrito del autor da mucho mayor material para un estudio grafológico. Los manuscritos de Tirso de Molina, Francisco de Quevedo o Pedro Calderón de la Barca revelan facetas de su personalidad que sus lectores jamás llegarían a conocer.

Con la popularización de la imprenta, el manuscrito del escritor se convirtió definitivamente en un campo de pruebas en el que la calidad de la caligrafía contaba cada vez menos.Del cerebro al papel, a veces preso del vértigo de la inspiración, el autor cuidaba poco la belleza de su letra, pero el investigador o el simple curioso puede deducir de aquellas prisas, valiosas pistas. La poesía es, quizá, la forma más ligada aún al manuscrito. En el siglo XIX, Juan Eugenio Hartzenbusch, con sus Amantes de Teruel, o Ángel Ganivet, pon Los grajos, ofrecen un ejemplo de lo que es él proceso de creación y afinamiento, de un texto.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_