_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Hasta la muerte

Un viejo de mirada atónita; un cuerpo embutido en un abrigo ancho; dos figurines esbeltos que se besan con cualquier pretexto; una muchacha que huele a flores sin nombre; todos ellos se funden a lo largo del día.Bertrán quisiera, de alguna manera que el aire fuera más vivo y bajar la ventanilla para hundirse en la noche. Llueve; concentrado en la carretera no le concede ni un segundo de tregua al tiempo. Sus pensamientos, no obstante, se dispersan y en su breve horizonte piensa con quién estará ella. Oye su voz apacible restañando heridas abiertas por una vieja pasión. El amor tunde su cuerpo, ahogándole en un aire, oxidado. No soy más que una cría.

"No eres más que una cría", piensa en voz alta.

Más información
Mala suerte

A lo largo de la jornada, el revólver supuso un alivio. Un bulto negro en el salpicadero como un palpitante insecto debajo de la gamuza blanca. Estará esta noche con aquel muchacho torpe, de manos pulposas. La sangre insistente de su corazón le da la respuesta: acabar con los dos o morir en la noche, escuchando el furor de los disparos. Con resolución, echa el último vistazo al arma y piensa que matar será sencillo. Toma a su último cliente: una muchacha semejante a la que ama. Es doloroso observar su simetría, su belleza heridora, su lánguida mirada.

-"Estaré enamorado hasta la muerte y temblarán mis manos al coger tus manos y temblará mi voz cuando te acerques y te miraré a los ojos como si. llorara".

-¿Cómo? -la muchacha desliza su mirada a Bert-. ¿Qué dice?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

-¡Oh! Sólo unos versos.

-¿Me los repite?

Sí, aquellos versos que repetía irónicamente para demostrarse lo inútil de su amor. No puede ser, soy muy joven, tú... Escribiré tu nombre con carmín en el espejo, me mataré si es necesario, emplearé mi tiempo para amarte.

Todas aquellas muchachas que amó con desesperación se habían perpetuado en ella. El revólver negro. Los insistentes golpes del corazón. Esa noche ella abrazaría a otro en un desesperado intento por sustituirle.

-¿Me los repite?

Lo hizo; ella sonríe de una manera extraña. Es bonito. Gracias. Son de usted. No.

Es tarde. Pronto llegarán a la dirección referida por la muchacha. Iba a una fiesta: jóvenes bailando, turbados por el alcohol y sus cuerpos. El coche atraviesa la noche maciza. Ella habla de los versos o de una fiesta, él, no puede escuchar: el insecto negro atrae mágicamente su atención.

Matar será sencillo. Estarán entrelazados, explorando sus cuerpos vírgenes. En la siguiente esquina, por favor. El requerimiento le atrae bruscamente a la realidad. El taxi frena, se ha levantado una niebla como cinematográfica, los edificios alumbran unánimes: son 650 pesetas.

-"Aquí tiene. Los versos son bonitos. Me gustaría que alguien sintiera eso por mí".

-"Seguro que algún muchacho ya lo siente".

El taxi reanuda la marcha. Ya no habrá más clientes; la jornada había terminado. Repetiría el mismo camino que otras noches felices, cuando su pasión era correspondida.

Se guía por las calles como un murciélago, con la noche en su apogeo y unas estrellas mudas. En ese instante, ante el portal, siente una cuchillada tibia en el pecho. Con la calina que da la certeza coge el revólver y se prepara para matar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_