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Teocracia o democracia

Una filtración, calculada o no, de los interrogatorios de la policía Yigal Amir, el asesino del primer ministro israelí Isaac Rabin, ha dado a conocer el siguiente diálogo:Pregunta. ¿De dónde recibió la aprobación religiosa para perpetrar el crimen?

Respuesta. De mis propios conocimientos y también de ciertas autoridades religiosas.

P. ¿Puede decirme quiénes son esas autoridades religiosas?

R. No.

P. ¿La aprobación de esas autoridades religiosas era clara e inequívoca?

R. Sí.

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Hagay Amir, hermano del asesino y también acusado de magnicidio, reveló asimismo en los interrogatorios el papel jugado por ciertas autoridades religiosas, es decir, rabinos, en la justificación teológica de la muerte de Rabin. "Mi hermano y Dror Adani [el tercer acusado] consultaron con un rabino, que les dijo que Isaac Rabin era un rodef [un perseguidor de judíos], y que merecía la muerte. Aprobé el plan que proponía liquidar a Rabin, pero no estaba dispuesto, a morir por eso... Yigal, sí".

Yigal Amir apretó el gatillo del revólver el pasado 4 de noviembre, pero las balas que alcanzaron el cuerpo de Rabin habían sido disparadas hacía mucho tiempo. De hecho, esas balas iniciaron su trayectoria fatídica hace casi 30 años. Tras la victoria en la guerra árabe-israelí en junio de 1967, los israelíes, tanto líderes como ciudadanos, cayeron en una euforia extraordinaria. Los rabinos decían que la mano de Dios estuvo en esa victoria, lograda en seis días y "el séptimo nuestro Ejército descansó". Dios se convirtió en el Señor de los ejércitos.

Poco a poco, el Estado de Israel, laico por naturaleza, se impregnó de resonancías religiosas, Desde 1968, el Gobierno de Leví Eshkol y Moshe Dayan, tomado por sorpresa, ofreció poca resistencia al rabino Moshe Levinger, que le impuso la primera colonia judía sobre una colina de Hebrón, la ciudad de los patriarcas.

Una mutación apareció en la sociedad israelí: la fusión íntima entre fe judía y ultranacionalismo. Un nuevo tipo de israelí había nacido, a la vez profundamente religioso y ferozmente nacionalista, dispuesto a dar su vida (y a tomar la de los otros) en La guerra santa por la posesión de Eretz-lsrael en sus fronteras histórico-bíblicas. Los otros eran, al principio, solamente el enemigo palestino, y al final también el traidor judío.

En el curso de los últimos años, los portavoces más apasionados del ideal del Gran Israel ya no eran, como antes de 1967, los líderes del Likud, sino ciertos rabinos-colonos cuya visión mesiánica inspiraba a miles de jóvenes. Desde este punto de vista, si el nacimiento del Estado de Israel, en 1948, fue el comienzo de la redención, la guerra de 1967 y la instalación de decenas de miles de judíos en la tierra prometida debía apresurar la llegada del Mesías. Estos rabinos y la juventud exaltada que habían formado esperaban con impaciencia la próxima etapa de la redención, que debía provocar la caída del Gobierno israelí laico, impío, y su sustitución por un Gobierno con base en la halaja (códi go religioso judío), es decir, teocrático.

En lugar de eso, se vieron enfrentados a las decisiones iconoctastas de Rabin, devolviendo a,los palestinos una parte de Eretz-Israel, la tierra prometida por Dios a su pueblo, el pueblo judío. Su mundo se derrumbaba. ¿Cabía la posibilidad de que los rabinos estuviesen equivocados, que Dios no cumpliese sus promesas? Impensable. Era preciso, pues, incrementar los esfuerzos para abatir al Gobierno maldito.

El rabino Nahum Rabinowitch, de Maale Adumin, la colonia judía cercana a Jerusalén, declaró que cuando la ley del Estado contradice a la ley de Dios es esta última la que hay que obedecer. De ahí, la exhortación a desobedecer, hecha a los soldados si recibían la orden de evacuar una colonia judía. De esto a otra sentencia rabínica condenandó a Rabin a muerte por "traición" y "persecución" a los buenos judíos no había más que un paso, que se daría rápidamente.

El profesor Michael Harsgor, historiadorde la universidad de Tel Aviv, estima que "el fundamentalismo judío e islámico tienen trazas comunes. Los dos se oponen a los principios de la sociedad occidental, democrática, y quieren hacernos volver al pasado". ¿Una exageración? Más de un rabino, y él anciano gran rabino Shlomo Goren fue pionero en la materia, repite que los valores democráticos son un concepto goy (no judío). La prueba: En la Thora no hay ni una palabra sobre la democracia. En el Talmud, tampoco.

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