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Tribuna
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Los galopes

El respaldo que Kohl ha prestado a Chirac frente a un millón de sus ciudadanos sublevados deja más claras las cosas (por si no lo estaban ya). De una parte, los Gobiernos, en representación de los grandes intereses, pretenden meter a la sociedad en un puño. De otra parte, la sociedad desea, entre el paro y la segregación, no sufrir una asfixia más. Los Gobiernos europeos, inspirados por Maastricht, proclaman la necesidad de reducir el déficit, comprimir la inflación, achicar el tipo de interés para crear el mercado único, la moneda única, la política única. Curiosamente, Maastricht no habla de reducir el desempleo o de la calidad humana derivada de esa política de unidad. Todo eso ya se verá. Pero el caso es que no se ve y los franceses vislumbran con razón la oscuridad de las perspectivas.La meta de los grandes de la economía es la globalización económica. O más que eso: la globalización económica ha sido difundida por ellos como una fatalidad y hasta como una festividad. No es extraño que muestren tanta impaciencia en conseguirla. ¿Consecuencias? Las naciones de desarman en fáciles mercados libres, las mercancías y las personas circulan como fotones, las defensas de los débiles se desintegran. La globalización es hoy igual a la canibalización total. Tan pronto como todo sea igual, hayan desaparecido las culturas, las barreras y la forestas, los grandes roturarán el solar mundial con sus bulldozers. Éste fue siempre su sueño y ya se encuentran pertrechados. Mientras el comunismo existía era necesaria la socialdemocracia, mientras el ensueño del paraíso socialista regía era preciso el contrapeso del Estado de bienestar. Desaparecida esa opción política, el malthussianismo, el darwinismo regresan. Los franceses -históricamente la masa de mejor oído para el seísmo social- escuchan la nitidez de sus galopes.

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