Ilusión del pasado
EL CONGRESO del Partido Comunista de España (PCE) que se inicia hoy definirá, el papel del mismo como eje de la coalición Izquierda Unida (IU) El anterior congreso se celebró en 1991, pocos meses después del derrumbe de la Unión Soviética. Fue mérito de Anguita haber evitado entonces una desbandada como la producida en otros partidos de la misma marca. El precio fue dejar pendiente la discusión sobre la eventual disolución del partido en IU. Hubiera hecho falta mucho valor para optar entonces por esa solución, que seguramente habría aumentado el desconcierto y provocado desgarros internos. Se pensó entonces que el equipo dirigente abordaría esa tarea en los años siguientes, con calma y ya sin las presiones, emocionales de aquellos momentos, de crisis. Han pasado cuatro años y el resultado ha sido el contrario. Anguita y su equipo han acentuado los rasgos sectarios de la coalición en relación con en el conjunto de la izquierda y reafirmado el papel hegemónico del PCE dentro de ella. El congreso, sancionará esa involución. El comunismo fue una teoría refutada por su práctica. Cualquiera que fuera el secreto de su seducción, ésta ha desaparecido. En, realidad había desaparecido bastante antes del derrumbamiento del muro que acabó simbolizándolo. La pretensión de que la creación de IU fue una genial anticipación estratégica tiene tanto fundamento como la fantasía de la pizarra de Suresnes. Fue el descrédito del comunismo, lo que aconsejó cambiar de etiqueta electoral en 1984, tras el hundimiento en los comicios de 1982. Y fue todo menos una idea "de tecnología punta sin precedentes en Europa", como ahora afirma Felipe Alcaraz. Hace décadas que se inventaron los movimientos amplios en los que la presencia de, algunos profesores universitarios y pequenos grupúsculos socialistas servían para presentarse bajo otro nombre a los partidos comunistas.El mayor partido comunista de Occidente, el italiano, también cambió de nombre a finales de los ochenta. Pero no sólo de nombre. La renuncia a la tradición leninista implicaba para el partido entonces dirigido por Achille Occhetto el abandono de preténsiones hegemonistas -en los sindicatos, por ejemplo- y el reconocimiento de la evidencia de que la organización era un componente de cualquier alternativa de izquierda, pero no la alternativa misma. Anguita, por el contrario, defiende la teoría de las dos brillas según. la cual no hay otra izquierda que IU, crisol en el que se funden todos los sectores progresistas de la sociedad. Todo lo demás -la otra orilla- es la derecha, se presente como se presente.
Los mediocres resultados electorales obtenidos por el PDS de Occhetto en las primeras elecciones celebradas- tras el cambio de siglas fueron invocados por Anguita como argumento para no imitar aquí la experiencia itáliana. Pero las últimas elecciones celebradas en ese país han convertido al partido en el eje de una alternativa de centro-izquierda. Ahora, Alcaraz pone como ejemplo el triunfo de los ex comunistas en Hungría y Polonia, pero ellos mismos se consideran a sí mismos más bien socialdemócratas. La experiencia no es, por tanto, concluyente. Sobre todo, porque tampoco el crecimiento, de, IU desde su orgullosa orilla puede considerarse vertiginoso. Todavía en las generales de 1993, tres de cada cuatro votos de izquierda fueron para los socialistas, y en las últimas municipales, la distancia entre ambos era de, casi veinte puntos.
La experiencia de Andalucía indica, por lo demás, que no carecen de fundamento los reproches, internos y externos, de que IU puede ofrecer cualquier cosa porque sabe que no tendrá ocasión de ponerla en práctica. La insistencia en el programa resulta paradójica en esas condiciones. Lo que sí podrá contrastarse pronto con la práctica en cuanto el electorado compruebe hasta qué punto la política aplicada por Aznar, si gana las elecciones, es o no idéntica a la de los socialistas.
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