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Madrid no es Londres

Las declaraciones informales de Felipe González en el Congreso corrieron como la pólvora entre los dirigentes de su partido y los miembros de su Gobierno presentes en el acto de conmemoración de la Constitución. "¿Qué ha dicho?", se preguntaban unos a otros. Por una vez se mostraron totalmente en contra de la opinión de su secretario general. Nada tiene que ver la situación de Felipe González con la de Margaret Thatcher, por la sencilla razón de que el político español goza del apoyo casi absoluto de todos y cada uno de los miembros del PSOE y no quieren otra cosa sino que continúe. Por el contrario, Thatcher permaneció cuando ya tenía una contestación interna más que notable y, al final, fue descabalgada tras una grave crisis en el seno del partido conservador británico.Si los dirigentes del PSOE no comparten la similitud que su líder hace con Thatcher, tampoco están de acuerdo en la teoría de la "crispación social" que esgrime González. Dan por supuesto que si se presenta y gana las elecciones, quienes no le votan se enfadarán mucho, pero así son las cosas en democracia y tienden a considerar que los partidos de la oposición apaciguaran a sus bases.

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A González parece que le preocupa "el rechazo" que su persona produce en parte de la ciudadanía. Sus compañeros esgrimen que tiene que respetar la voluntad del más del 30% que, según dicen, le apoyan aún. Ahora, sin embargo, todo son dudas por parte del presidente, una vez que sus planes se han trastocado al completo con la elección de su candidato, Javier Solana, para secretario general de la OTAN.

El líder socialista pasó unas semanas tranquilo porque el nombre de Solana como candidato a la presidencia del Gobierno había alcanzado un notable consenso en su partido.

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