Dolores
Una cosa es segura: de Pasionaria nunca se escribirá una ópera rock, y nosotros disfrutaremos del respiro de no tener que soportar a cualquier Madonna tratando de imitar lo inalcanzable. Ahora que se cumplen 100 años de su nacimiento, podríamos caer en la tentación de creer que, contemporánea del cine, es Dolores Ibárruri carne de película, de una biopic a lo Forrest Gump en donde la heroína atravesara, gracias a la realidad virtual, épocas y acontecimientos que nos han definido. Pero la realidad de Dolores no fue virtual, ni siquiera virtuosa: era un jodido mundo el que le tocó vivir, un mundo, de explotación y miseria sobre el que se elevó tirando de los desheredados, y esto sí que es de cine, pero de epopeya, como esos planos finales de Y el Mundo marcha, de King Vidor, en donde la gente camina hacia la esperanza.No tendrá película de ficción Dolores -ya tuvo el buen documental que le dedicó J. L. García Sánchez- por exceso de carne y de verdad, de humanidad, y porque su singular combate por la igualdad y la justicia no ha conocido final -y, mucho menos, feliz-, porque sólo se han caído los dogmas que estaban del lado suyo: los otros siguen firmes, y puteando.
En este centenario de su nacimiento volvemos a escuchar frases que pueden parecernos tópicos, pero qué resumen una exacta verdad: Pasionaria pertenece al pueblo, a todos los pueblos, y a las mujeres, a: todas las mujeres que, en algún momento se arrancan el yugo para ser, personal y colectivamente, libres.
Y, además, tuvo la suerte de no,vivir lo suficiente para ver, en el último. ¡Hola!, las fotos de la inenarrable mansión de un ex dirigente comunista de la URSS convertido, gracias a la especulación, en el Donald Trump de la nueva era.
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