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Entrevista:

"Madrid es una ciudad viva, deprimida y con resaca"

Llamándose Pedro y Pablo y compartiendo devoción por el absurdo, dos seres humanos están irremediablemente condenados a entenderse. Pedro Reyes y Pablo Carbonell se conocieron en Huelva vendiendo chistes a duro y dibujos a 25 pesetas, el precio justo de un chupito de aguardiente. Compartieron destino en los escenarios más modernos del Madrid de los ochenta tomando luego rutas separadas. Puede que el retrato esté de más, cuando la televisión se ha empleado a fondo en convertir a Pedro Reyes en un tipo tan popular que casi no puede atravesar en paz una autopista. También es cierto que su físico, bastante peculiar, se acomoda fácilmente en la memoria. Pedro Reyes nació en Tánger hace 34 años. Quiso ser poeta, pintor, actor de calle, mimo, y la vida le hizo humorista. Ahora piensa en dirigir cine. Todo por sobrevivir sin dar con sus huesos en una fábrica cualquiera.Pregunta. Usted fue un emigrante muy peculiar.

Respuesta. Dejé Tánger con cuatro anos, viví en Huelva, y a principios de los ochenta llegué a Madrid. Fue una época muy bonita, con todo en ebullición. Como Pedro y Pablo actuábamos en todos los locales de moda, compartiendo escenario con grupos modernísimos, como Kaka de Luxe. Fue un momento loquísimo que dejó a mucha gente en el camino, piensa, por ejemplo, en las drogas. Pero la experiencia fue muy positiva.

P. ¿A nivel profesional?

R. Sí, el público de Madrid me dio la vida. En esta ciudad me he hecho artista.

P. ¿Su escenario favorito?

R. El primero, ya no existe, un local en la calle de la Madera llamado El Ángel Exterminador. Pero hay muchos más, desde el antiguo Elígeme hasta el Berlín Cabaret, los lugares donde los actores hemos trabajado día a día.

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P. Hasta que llegó la televisión.

R. Y me entró pereza. No me encontraba en forma para el directo. Ahora estoy mucho más preparado, actúo con más naturalidad.

P. A usted le conocerán fácilmente en la calle.

R. Ya lo creo, hasta en las autopistas.

P. Un peligro para la circulación.

R. Precisamente el tráfico es una de las cosas que más odio de Madrid. La ciudad es un ser vivo, con momentos buenos y malos. Ahora está deprimida, tiene resaca después de la borrachera de los ochenta. Fue un triunfalismo de plástico, todos fuimos falsos millonarios.

P. Es el suyo un humor surrealista, ¿amargo también?

R. La vida es amarga. Me mantengo cerca de la realidad para endulzarla.

Café Teatro. Hoy. Berlín Cabaret, Costanilla de San Pedro, 11, metro Latina. A la 1.30. Consumición sin suplemento.

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