GORILAS ENTRE REJAS
Trajes negros, camisas blancas, corbatas negras, gafas de sol: el séquito del príncipe saudí Turki bin Abdul Aziz, que reside buena parte del año en El Cairo, incluye personajes que bien podrían haberse fugado de un thriller de Quentin Tarantino. El número exacto se desconoce, pero, en todo caso, los gorilas de Turki hoy son menos: tras el arresto de dos de los temibles guardaespaldas del príncipe hace tres semanas, un juzgado cairota los condenó ayer a tres meses de cárcel por haber propinado una paliza de proporciones faraónicas a dos egipcios que se habían atrevido a protestar la conducta arbitraria de uno, de los chóferes del príncipe. El incidente ocurrió en el estacionamiento del Ramses Hilton, donde Turki mantiene su residencia y se dice que alquila tres plantas del lujoso parientes, amigos, secretarios y, por supuesto, a su legión de matones. Estos son, por lo general, guardaespaldas profesionales de una agencia europea y que se han convertido en protagonistas del más reciente escándalo del tenso historial de las relaciones egipcio-saudíes. El arresto de los matones, un francés y un norteamericano, fue decretado tras una ardua campaña en la prensa de oposición, que frecuentemente critica la "actitud pusilánime y el servilismo del Gobierno egipcio frente a los abusos de los preporentes saudíes que vienen a El Cairo a pasárselo bien". La justicia se ha impuesto, dicen funcionarios del Gobierno. Pero en la calle muchos cairotas apuntan a la letra menuda: los guardaespaldas pueden apelar, recuperar su libertad y seguramente volver a sus andanzas pagando una fianza de 30 dólares.-
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