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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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Dos jóvenes periodistas ouscultan a EL PAÍS

Juan Arias

Recordaba en mi columna del domingo pasado que cada vez un número mayor de estudiantes de periodismo acudían al Defensor del Lector para manifestar sus quejas o sus sugerencias.Justamente dos jóvenes periodistas: Isabel Coello Cremades, de 22 años, estudiante de quinto año de periodismo de la Universidad Complutense de Madrid, y Nuria Buqueras Montiel, que acaba de finalizar el quinto curso de periodismo, se han dirigido a este departamento. La primera para cuestionar una información de este diario del 17 de octubre pasado que se refería a la marcha de varones negros que había tenido lugar en Washington y la segunda para hacer conocer un concienzudo trabajo realizado para su asignatura de ética, en el que ha analizado 115 artículos del diario desde octubre de 1994 a mayo de 1995, a la caza de errores informativos y de pecados cometidos contra nuestro Libro de estilo.

Nuria Buqueras encabeza las "reflexiones conclusivas" de su trabajo con una cita de Gabriel García Márquez, en la que se criticaba el hecho de que "paradójicamente, a mayor tecnología, los medios de comunicación se han burocratizado y han perdido los filtros de calidad, como la corrección de estilo y la revisión a cargo de los editores y de los jefes de la Redacción", al mismo tiempo que el escritor se lamentaba "de la inexistencia o falta de aplicación de los libros de estilo".

El estudio de la joven periodista concluye que el diario EL PAÍS, "pese a contener multitud de errores, quizá sea el periódico que más se ajusta al concepto de ética en lo que a la información respecta". Y añade: "EL PAÍS es sobre todo un diario bien' elaborado, generalmente bien *escrito, riguroso y profesional; es un periódico que rechaza abiertamente él periodismo chillón y, por contra, defiende el periodismo mesurado, no crispado. Y tal aseveración es fácilmente verificable con un análisis comparativo con otros diarios".

¿Todo bien, pues? No. La periodista nos tira también de las orejas: "Durante estos ocho meses [de análisis de su trabajo] he detectado", escribe, "que los jefes de Redacción no revisan los textos de los redactores o lo hacen muy alegremente". Y añade: "EL PAÍS posee un buen Libro de estilo [que, por cierto, la lectora demuestra conocerse al dedillo] que en multitud de ocasiones no se respeta o no se aplica con rigor". Otra crítica: "En ocasiones he encontrado opinión mezclada con información, cuando la información debe ser tajantamente separada de la opinión y de la publicidad". Y hay aún más: "Un diario tan seno como el que nos ocupa", añade, "no debería permitirse gruesos fallos de documentación o ignorancia del redactor ( ... ) porque a un profesional de la información se le supone un mínimo de formación".

Y, por último, a la joven periodista le ha parecido encontrar, en un diario que "se define estatutariamente como defensor de la democracia pluralista según los principios liberales y sociales, que a veces peca de parcial[ y desprende efluvios gubernamentales". Y añade: "Aun a riesgo de asumir que la objetividad es pura utopía, en ocasiones la línea editorial de EL PAÍS coincide con la del EJecutivo". Y concluye que "no obstante y pese a todo", del estudio global de los seis meses del diario por ella analizados, le resulta que EL PAÍS "es un gran periódico, elaborado por buenos profesionales".

Tratándose de un estudio universitario realizado por la periodista, el Defensor del Lector se limita a darlo a conocer sin entrar a valorizarlo.

Isabel tiene razón

La otra joven estudiante de periodismo, Isabel Coello, escribe una carta de 1.500 palabras para analizar un reportaje de nuestro corresponsal en Washington, Antonio Caño, aparecido el 17 de octubre pasado y publicado en las páginas dos y tres de la sección de Internacional acerca de la marcha de varones de color liderada por Louis Farrakhan.Según la estudiante, aquella información pecaba de "parcialidad" y era "incompleta". Y lo razona con estos argumentos:

a) No reflejaba el sexismo de una manifestación, ya que se trataba de una manifestación que "reclamaba la dignidad de una raza y que prescindía de la mitad de ella".

b) En las tres páginas que ese día el diario ofrecía de dicha información "no he encontrado", escribe, "una sola referencia a las mujeres. No se informaba sobre si estaban convocadas, si se les prohibió ir, si fueron a pesar de todo, si hubo alguna excepción". Y añade: "Tampoco se informa sobre la opinión que a las mujeres norteamericanas, y más en concreto a las mujeres negras, les mereció el haberse visto excluidas de una manifestación semejante".

c) En ningún momento se alude al carácter sexista de la convocatoria y creo, por tanto, que se trataba de una información imparcial, ya que no ofrece al lector todos los datos para que valore la noticia en su justa medida. Y explica: "Quizá de ello se habló en. días precedentes o posteriores, pero ello no invalida mi crítica ya que, como reza el Libro de estilo, en el apartado 2.43, "un texto informativo debe explicarse en sí mismo. Ha de estar concebido de manera que el lector, no necesite recordar los antecedentes para comprender la información que se le ofrece. No todos los lectores han comprado el diario el día anterior, y si lo hicieron es probable que no leyeran todos los artículos".

El Defensor del Lector ha hecho conocer al corresponsal de Estados Unidos, Antonio Caño, la carta de queja de la joven estudiante, y desde Washington le ha querido enviar el siguiente cariñoso mensaje de autocrítica:

"En primer lugar, quiero agradecerle sinceramente a Isabel Coello" escribe Caño, "la pormenorizada lectura de mi información sobre la Marcha del Millón de Hombres -así se llamaba oficialmente- en Washington. Como estudiante de periodismo, ella comprobará muy pronto que una de las grandes frustraciones de este oficio es que uno nunca sabe en realidad quiénes son sus lectores. Una carta como la de Isabel te anima a ser más cuidadoso con tu trabajo y, sobre todo, te demuestra que te lee alguien más que el editor de la crónica y el director del periódico".

"Isabel Coello tiene razón. La información a la que ella se refiere no hacía suficiente hincapié en el hecho de que las mujeres estaban marginadas de esa marcha; en realidad, no lo hacía en absoluto. Ello no obedece -créeme, Isabel- a que comparta o justifique el carácter sexista de esa manifestación. Se debe a la mecánica del trabajo diario y a una serie de limitaciones, ambientales y horarias, que afectan mucho a la labor de un corresponsal".

"Para decirlo claramente, escribí esa información dando por entendido que todo el mundo sabía ya que las mujeres estaban excluidas del acto -habíamos publicado antes una larga información sobre ese aspecto- y excesivamente influido por el estado de la opinión en Estados Unidos, donde eso no fue un problema de gran relevancia. Ninguna de esas razones justifica la omisión. Como bien dice Isabel Coello, cualquier periodista debe saber que toda crónica debe estar escrita de manera que no se obligue al lector a acudir a las hemerotecas, ni siquiera a conservar el periódico del día anterior. Por otra parte, aunque la exclusión de las mujeres no fuera gran noticia en Estados Unidos, en España, sin duda, sí lo era".

"Es duro juzgar a los periodistas por un trabajo que les obliga a informar, analizar, interpretar y, muchas veces, pronosticar en 70 líneas escritas en un plazo de un par de horas. Pero así debe ser. Entiendo que Isabel Coello sólo pretende con sus críticas elevar el techo de calidad de nuestro periódico".

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