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ELECCIONES CATALANAS

Cataluña castiga el apoyo de Pujol a González

Por algo rompió Jordi Pujol con Felipe González en julio y adelantó a noviembre las elecciones catalanas. El presidente de la Generalitat veía venir la censura que las urnas arrojaron ayer sobre sus dos años de colaboración con un Gobierno central crecientemente debilitado y acosado y sobre su polémica política lingüística. Una censura que no sólo proviene de sus propias filas, sino que se traduce asimismo en el ligero descenso del PSC (pasa del 27,5% al 24,8%, si bien sube en número de votos) y la extraordinaria movilización del voto de la derecha no nacionalista que encarna el partido de José María Aznar.

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Los antaño aliados en el Parlamento español, Convergència i Unió (CiU) y los socialistas, pierden conjuntamente 16 diputados en el hemiciclo catalán, algo a tener muy en cuenta ante las elecciones generales previstas para marzo.No obstante, a pesar de que las urnas le han demostrado a Pujol que ya no es incombustible, el transcurrir de los años -65 de edad y 15 de ejercicio del poder-, que el PP tanto le echa en cara, y su cohabitación parlamentaria durante dos años con el Gobierno central no han sido óbice para que los votantes catalanes revaliden su gestión al frente de la Generalitat, si bien considerablemente a la baja y obligándole a entrar por el aro de los pactos. Un 41% de los electores sigue confiando en Pujol, si bien las urnas le han arrebatado la tan preciada mayoría absoluta (pierde 10 de sus 70 escaños, los mismos que gana el PP), esa cifra mágica tan añorada por González como anhelada por Aznar.

Los resultados de las elecciones catalanas, con un índice de participación (64%) inusualmente alto -de ahí que tanto CiU como el PSC bajen en porcentaje y suban en votos- constituyen el pistoletazo de salida de unas elecciones generales que, a juzgar por lo ocurrido ayer, muy probablemente trastocarán el próximo marzo el escenario emanado de los comicios de 19821 permitiendo la llegada de la derecha a La Moncloa.

Si se aceptara el razonamiento expuesto recientemente por Aznar de que "votar CiU y votar PSOE es lo mismo" el porcentaje alcanzado ayer por el PP frente a su bicéfalo adversario rondaría el ridículo: 13,1% frente aun 65,8% (41% de CiU, 24,8% de los socialistas). Sin duda, una cifra escasamente alentadora para quien aspira a ser el próximo presidente del Gobierno. Pero, asimismo, una cifra difícilmente extrapolable a unas eventuales elecciones generales, ya que el punto de partida de la formación de Aznar, el 61% obtenido en las autonómicas de 1992, es extremadamente bajo. En aquella ocasión (Con una participación de 54,9%), los populares compartieron el cuarto puesto con Iniciativa per Catalunya (IC), formación que ayer, coaligada con Els Verds, subió de un 6,5% a un 9,7%. Ayer, el PP se situó en tercera posición, tras el PSC.

La incidencia del pacto Pujol-González en las voluntades de los votantes, así como la constatación de que el PSC mantiene una distancia a su favor frente al PP de casi 12 puntos han sido las primeras en despejarse de las innumerables incógnitas que confieren tan alto grado de impredictibilidad al panorama político español.

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La respuesta a otras dos sólo las conoce González, quien sin duda tendrá muy en cuenta el pronunciamiento de las urnas catalanas a la hora de decidir cuando serán las elecciones generales (el PP e IU siguen sin tenerlas todas consigo respecto a la fecha de marzo) y si él volverá a encabezar la candidatura socialista.

A los ciudadanos corresponderá desvelar otra de las incógnitas: ¿qué porcentaje de votos sacará el partido de Aznar en las próximas elecciones generales? Y, si Aznar se alza con la victoria, tal como augura una lectura reposada de las elecciones catalanas, ¿sacará mayoría absoluta? En caso de que no la consiga, el turno de respuestas pasa a Jordi Pujol: ¿podrá Aznar gobernar? ¿Hasta qué punto estaría dispuesto el reelegido presidente de la Generalitat a poner a disposición del PP, un partido que siempre le ha denostado, los votos que CiU represente en las Cortes? Fueron estos votos cruciales materializados en 17 escaños, los que han permitido a González gobernar una vez que el PSOE perdiera la mayoría absoluta en las elecciones de 1993.

Si Aznar necesitara de él, su pragmatismo habría de imponerse sobre ese "demasiado orgullo" que, en palabras Quevedo, autor que Pujol conoce bien, caracteriza a los catalanes.

Las incógnitas que penden sobre el inmediato futuro no se agotan en el terreno político, sino que se prolongan hasta el infinito en las arenas movedizas de las investigaciones judiciales, sin olvidar los más o menos velados intentos de chantaje contra el Gobierno, el Rey y las instituciones.

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