Pasividad cómplice
El sábado 14 de octubre, mientras un grupo de salvajes mataba a golpes a un joven de 21 años en las calles de Arganda, decenas de transeúntes asistían, con pasividad cómplice, a la mortal paliza sin que nadie se decidiera a intervenir en su ayuda. Vivimos unos tiempos de tan exacerbado individualismo que nos mostramos indiferentes, cuando no huidizos, frente a todo lo que no nos produce algún beneficio tangible, o que puede poner en peligro nuestra adocenada tranquilidad o la de los nuestros. Eso sí, más tarde, para apaciguar la conciencia, siempre hay un alguien impersonal, por lejano, a quien poder enviar por correo moderadas muestras de solidaridad. Ningún riesgo en ello; ninguna incomodidad grave.Todos en general, y quienes presenciaron inmóviles cómo apaleaban al muchacho de Pinto en particular, deberíamos reflexionar sobre lo ocurrido, vencer la inercia culpable del "y a mí, qué" impidiendo que se repitan hechos como éste, y señalar después públicamente ante las autoridades a quienes hacen de la violencia costumbre, aunque ello pudiera suponer alterar nuestra descansada condición de pertenencia a la mayoría silenciosa.-
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