Borondonia
En Madrid hay muchos pájaros, pero este fin de siglo predominan los canarios, también llamados guanches. En algunos mentideros se habla ya de la mafia canaria. Preguntado al respecto Teddy Bautista, canario por la partida doble y vicepresidente de la Sociedad General de Autores Españoles, matiza divertido: "Hay un error fonético, ciudadano. No es mafia, sino magia".Circulan teorías delirantes: madridistas ultraortodoxos afirman que Jorge Valdano es un espía del Tenerife disfrazado de merengue, tapado de Los Sabandeños, infiltrado de los cuentistas. El mister argentino, adicto a Borges, convirtió el balompié en literatura el jueves pasado en la librería Crisol durante la presentación de Cuentos de fútbol. La isla de San Borondón (utópico paraíso fantasma donde se resguardan los canarios cuando arrecia la melancolía) se ha aposentado entre nosotros.
La omnipresencia canaria en la vida madrileña es apabullante, y da un toque de sutileza al talante asilvestrado de la Villa. Cualquier sarao culto que, se precie tiene que contar con a presencia de Fernando G. Delgado (flamante premio Planeta y creador del realismo extrambótico), ha inventado el telediario con estrambote. Madrid está borondizado, y los guanches se mueven por aquí como Pedro Guerra por su casa. Los canarios han contaminado a Madrid, y viceversa.
Pasado mañana se le hace un homenaje rumboso a Alfredo Kraus en el Nuevo Apolo. El tenor lanzaroteño cantará Doña Francisquita. Si vas a tomar una cerveza en La Fontana de Oro (calle de la Victoria), taberna irlandesa que en el siglo pasado era nido liberal, te encuentras con la efigie de don Benito Pérez Galdós en tamaño natural arengando a la clientela.
Visto lo que hay, algunos listillos de la capital se visten de amarillo para medrar. Incluso los ligones coyunturales se declaran así: "Deja que te ponga la puntilla blanca y la puntilla azul donde sabes tú". Los canarios tienen razón: el peninsular es bárbaro, y cuando se pone sutil le sale el ramalazo -ostrogodo, ¡Qué cruz, Juan!
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