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EL CASO GAL

PP e IU acusan a González de pasar por el chantaje

La oposición vapulea al ex banquero Mario Conde y al coronel Juan Alberto Perote

José María Aznar, líder del PP, y Julio Anguita, de IU-IC, mantuvieron ayer un tono de extrema agresividad política frente a Felipe González, al que acusaron de ocultar los verdaderos móviles de su entrevista en La Moncloa, el 23 de junio, con Jesús Santáella, abogado de Mario Conde y del coronel Juan Alberto Perote. Aznar y Anguita dirigieron sus invectivas contra el presidente del Gobierno porque, según ellos, con la polémica reunión el jefe del Ejecutivo trataba de defenderse de un chantaje personal. González se atrincheró en la afirmación de que nada nuevo podía contar sobre la entrevista. "Volvería a hacerlo", dijo, "para cumplir con una de mis obligaciones básicas como es la de garantizar la seguridad del Estado". Los clientes de Santaella rebotaron toda la tarde por los escaños del hemiciclo, y ni Conde ni Perote salieron bien parados. El tratamiento más suave que consiguieron fue el de "presuntos delincuentes".

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La comparecencia del presidente del Gobierno para explicar su entrevista del 23 de junio en La Moncloa provocó un debate agrio, cargado de tensión, constantemente interrumpido por voces, pateos, palmadas y gestos desabridos que dibujaron con nitidez la animadversión personalísima que González despierta entre las filas populares y Aznar en las socialistas. Félix Pons, presidente de la Cámara, pidió silencio en muchas ocasiones y la llamada al orden se la ganó en esta ocasión el socialista José Luis Marcos Merino.El discurso de Aznar, como ya es costumbre, tuvo como destinatario exclusivo a González. Incluso en el texto que se repartió a los periodistas están subrayados en negrita los pronombres posesivos: "Una conducta personal suya" y "unas conversaciones personales suyas". También el enfrentamiento dialéctico entre los dos líderes cobró tintes muy personalizados.

Aznar es de la opinión de que González no recibió en La Moncloa a Santaella como un "presidente del Gobierno, defendiendo altos intereses generales", sino como "un particular en apuros, que acude con su asistencia letrada -la del ministro de Justicia e Interior- a conciliar voluntades con el abogado de la otra parte, que está en condiciones de dañar sus intereses particulares".

En la durísima acusación estaba implícito el reconocimiento de Aznar del chantaje por parte del ex banquero Mario Conde y del coronel Juan Alberto Perote, a los que trató de manera mmisencorde: "Ni un aventurero de la especulación ni un funcionario desleal pudieron soñar en llegar tan arriba, ni el decoro de la Presidencia del Gobierno de España debió rebajarse tanto".

Anguita llegó a la tribuna con el mismo registro argumental, pero fue más explícito a la hora de denunciar las que él entiende como inconfesables razones de González para recibir a Santaella. Llegó a decir, para referirse al encuentro: "Esto es una escena de El Padrino". "El objeto del chantaje", añadió, "no es otro que información altamente sensible sobre el Gobierno y la persona de su presidente. Informaciones, documentos y datos que se enmarcan en la responsabilidad de los GAL, los fondos reservados y la violación de derechos humanos en las dependencias policiales. No sabemos si hay otras".

Anguita cerró su razonamiento dando también carta de naturaleza al chantaje cuando afirmó que "la fuerza del chantajista radica en la debilidad del chantajeado". Hasta en tres ocasiones llegó a pedir el líder de IU la dimisión de González.

Los nacionalistas vascos y catalanes no anduvieron con paños calientes. Tanto Joaquim Molins (CiU) como Iñaki Anasagasti (PNV) admitieron la idea de la conspiración contra el Gobierno (algo en lo que insistió machaconamente el portavoz del PSOE Joaquín Almunia), pero ambos reprocharon duramente a Felipe González su actitud.

Molins le repitió que asombra el que el Gobierno no haya conseguido datos para proceder judicialmente contra las personas a las que genericamente acusa de desestabilizadoras, y Anasagasti lanzó un dardo contra el ex presidente Adolfo Suárez como promotor de la entrevista con Santaella.

González, por dos veces y con gran vehemencia, negó que Suárez, le hubiese "pedido" que recibiese al abogado de Conde y Perote, e incluso elevó el tono de voz para decir que la responsabilidad es exclusivamente suya.

Esta asunción de responsabilidad la completó el presidente del Gobierno con la idea, también repetida a lo largo de la tarde, de que pese a la reunión con Santaella, el Gobierno "no ha conseguido el objetivo" fundamental, ya que no ha logrado recuperar los documentos sustraídos por Perote y que, según se advirtió al Gobierno "por distintas vías", al menos en parte se encontraban "en manos de don Mario Conde". González insistió en defender la gestión porque gracias a ella se ganó tiempo y se evitaron algunos de los desastres que hubiera provocado la circulación de los documentos. Reveló que se pudo avisar a determinadas personas y a servicios de inteligencia de otros países afectados por las microfichas que Perote se llevó del Cesid.

"El Gobierno", se justificó González, "era consciente del riesgo que corría. Pero, decidió asumirlo por velar por la seguridad del Estado. Y no les quepa duda de que volvería a entrevistarme con quien fuese necesario si con ello eliminase o limitase el daño que podría infringirse a nuestra seguridad. Ese es mi deber".

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