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Crítica:FESTIVAL DE OTOÑO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Bécquer puesto en música

Un monográfico Tomás Marco llevó mucho público a la sala de Cámara del Auditorio y ante él sentimos unas cuantas razones para el optimismo: la presencia de la Orquesta de Granada, con su maestro Josep Pons, la intervención impresionante de ese alto valor de la lírica que es, en plena juventud, María José Montiel, el atractivo y la diversidad de la bien equilibrada selección y, en fin, la reacción entusiasta de la audiencia.La partitura más aplaudida fue la becqueriana Ojos verdes de luna, escrita para el último otoño musical soriano y estrenada en él por Odón Alonso. Se basa en dos leyendas del gran romántico sevillano (los Ojos verdes y Rayo de luna) con añadido de algún texto de Ariosto, todo ello confeccionado por Marco que ha sabido cantar en su monograma a Bécquer, su poética, su semántica y su transfondo sentimental y temporal, como rara vez se haya hecho, siempre partiendo de un planteamiento irrenunciablemente actual. Una mezcla de recitativo y arioso que, en ocasiones, se torna aria, sigue las tensiones dramáticas del, texto y alcanza muy intenso dramatismo con el apoyo, conciso pero significante, del conjunto instrumental. Equilibra el compositor madrileño sus dones y su inteligencia, su intuición y su reflexión y el resultado, original y fuertemente afectivo, se comunica en grado sumo con la audiencia.

Preludio del III Milenio

Orquesta Ciudad de Granada.Director: J. Pons. Solistas: M. J. Montiel (soprano) y V. Martín (violín), Obras de T. Marco. Auditorio Nacional. Madrid, 5 de noviembre.

Cuerpos celestes

Muy distinta es la serenata virtual Árbol de arcángeles, en la que Marco incide sobre el tema de los cuerpos celestes ya abordado en su cuarteto Anatomía fractal de los ángeles, de 1994. Florece la orquesta en la gran copa arborescente de Pizzicatti y se advierte un orden secreto, más que un sistema estrecho de formulaciones, capaz de dar vida a un desarrollo justamente calificado por González Lapuente de acumulativo.Del Concierto del alma, para violín y orquesta, con sus 12 años a la espalda, lo mejor que cabe escribir es que perdura en sus rasgos intrínsecos y como razón inicial de otras obras posteriores de Marco. Víctor Martín lo protagonizó con sobria expresividad, y los músicos granadinos dieron lecciones altas de profesionalidad.

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