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EL FUTURO DE CANADÁ

Un imitador conversa por teléfono con Isabel II haciéndose pasar por el primer ministro de Canadá

Isabel II, reina de Inglaterra y jefa de Estado de los países de la Commonwealth, no es tan inaccesible como puede parecer. Al menos cuando Canadá requiere su ayuda. Su graciosa majestad mantuvo una conversación telefónica de 14 minutos con un presentador de una emisora de radio de Montreal que, sin mayores dificultades, se hizo pasar por el primer ministro canadiense, Jean Chrétien. La conversación, mantenida y grabada a las 20.10 horas del jueves por Pierre Brassard, un irreverente cómico de 29 años especializado en imitar voces de famosos, hizo las delicias de los radioyentes de Montreal.

Los radioescuchas pudieron oír el viernes la entrevista en la que Isabel II, en inglés y en perfecto francés, expresaba su preocupación por la unidad de Canadá. La audiencia de la emisora CKOI-FM, en Montreal, quedó impresionada al escuchar la conversación. Todo comienza con el sonido de una llamada telefónica y una voz femenina que responde: "Buckingham Palace". Brassard se identifica entonces como el primer ministro canadiense, Jean Chrétien. La recepcionista contesta: "Estoy intentando comunicarle con su majestad ahora mismo". Tras una breve pausa, la inconfundible y átona voz de la reina de Inglaterra se escucha en antena: "¡Ah, primer ministro!".Brassard. Majestad, mi más profundo respeto.

Isabel II. Muchas gracias.

B. Disculpe la mala calidad de mi inglés. [Se oye la risa de la reina]. Majestad, estoy agotado estos días. [La reina le interrumpe para decirle que sigue con interés la situación].

B. La situación política de Canadá es crítica. Las últimas encuestas demuestran que los separatistas van a ganar el referéndum de Quebec. `

I. II. Bueno, da la impresión de que las cosas van mal..

B. Estamos convencidos de que si su majestad tuviera la amabilidad de dirigirse públicamente al pueblo sus palabras devolverían a Quebec el orgullo de ser miembros de un país unido.

Tras momentos de vacilación, a reina ruega a Brassard que espere un segundo al teléfono. Se escuchan los sonidos metálicos del aparato mientras la reina intenta desconectarlo para hacer una consulta privada. Aun así, no lo consigue y los radioyentes de Montreal escuchan a la reina decir: "Robert, quiere que haga exactamente lo que usted pensaba, que hable en la televisión canadiense, ¿que hago?".

Robert, según todos los indicios el secretario privado de la reina, Robert Fellowes, parece animar a la soberana a aceptar la oferta, porque de regreso a la conversación telefónica con Brassard, Isabel II dice: "¿Podría usted enviarme un texto con lo que quiere que diga?".

B. Desde luego, desde luego.

I. II. Me lo envía por fax.

B. Por supuesto.

La reina demuestra entonces su esmerado conocimiento de la situación de Canadá sugiriendo al falso Chrétien que su discurso se redacte mitad en inglés y mitad en francés. Brassard asegura que el pueblo de Montreal estará agradecido a la reina. "Y puede que hasta nos den un beso francés", añade sin que la reina parezca consciente de la segunda intención de la expresión.

Brassard pasa después a la esfera personal y pregunta a la soberana por su familia. Isabel II responde con monosílabos mostrándose ansiosa de cambiar de registro. Brassard accede y ataca el tema de la fiesta anglosajona de Halloween, en la que normalmente la gente se disfraza. "¿No será demasiado atrevido su disfraz?", pregunta el falso Chrétien. "No, no", responde la reina. "Si su majestad quiere disfrazarse basta con que se coloque uno de sus sombreros", apostilla el falso primer ministro.

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