Ese tipo
El bobo mundo calla y pasa cuando Borís Yeltsin pellizca a una secretaria en un gesto que tiene de obscenidad y humillación las proporciones de. la santa Rusia. Antes ya lo habíamos soportado mientras borracheaba por los aeropuertos: sin pizca de gracia siempre, sin poder reclamar siquiera la ternura disney que despierta todo plantígrado con problemas. Ahora, junto a Clinton, lo hemos visto reírse de un chiste propio, y nada más fácil de imaginar que la calidad del chiste. Piero Clinton ríe y ríe, y con él ríe el mundo.Hemos quitado el chador en Francia a las muchachas islámicas -y bien quitado esté- porque Occidente tiene valores universales que han costado vidas y sufrimiento; hemos extendido por el mundo cierta convicción de formas, cierta elegancia psicológica: yo así lo siento, y que me perdone el níveo relativismo cultural. Ahora bien, esos valores son precisamente universales y no cabe reducir la obligación de su cumplimiento al débil. Alguien habrá de enseñarle educación a Yeltsin, aunque sea poderoso, aunque bravucón afirme que Rusia y yo somos así, señora.
Soportamos su aliento y su retórica gestual, dicen, porque lo que hay detrás es mucho peor: al fin y al cabo, lo que se conoce por aquí del pensamiento del general Lébed es que los tiene muy bien puestos, y de Zhirinovski ... ; en fin, de ese quebrantahuesos nadie debería hablar jamás. Están en Madrid estos días algunos diputados de la Federación Rusa estudiando cómo se transige de la dictadura a la democracia.
Supongo que son capaces de explicar por qué la clase política ha dado ese trío de ases. Supongo que algo tienen que decir en defensa propia. Los supongo veteados de amargura y de ridículo. Conscientes, ante la más lograda encarnación del padrecito Ubú, de que la educación -es decir, la democracia- se aprende sobre todo en casa.
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