La opinión
Hay gente que se desespera porque no tiene opiniones y ha de leer muchos editoriales para alcanzar un entendimiento, por precario que sea, de la realidad. La opinión es útil al modo en que lo es una dentadura postiza, o sea, que tiene algo de prótesis y produce llagas en la encía o donde quiera que se implante. Sin embargo, hay personas a las que las opiniones se le caen con la naturalidad con la que se quedan calvas. Escupen prótesis como un molde tornillos. Los seres del universo segregan una variedad infinita de jugos. Muchos profesionales afirman que el número de opiniones/hora que uno sea capaz de eyacular depende de la cantidad de información que tenga sobre el mundo. Pero eso no es cierto. Los genes tienen mucha información acerca de las células y jamás han dicho una palabra sobre ellas. La opinión es una excrescencia que le sale a la realidad, un bulto que provoca multitud de malentendidos y catástrofes. No es que uno esté en contra de la opinión, sino que piensa que se trata de un mecanismo tan difícil de desentrañar como el del virus de la gripe. Y es que tiene también una capacidad de mutación sorprendente. Cuando logras alcanzar una idea para comprender algún hecho básico, viene una infección masiva de opinión en sentido contrario que te deja perplejo y con décimas.
Yo, si tuviera que elegir entre tener mucha opinión o mucha realidad, no sabría qué hacer. La realidad me gusta, pero su carne es dura y sin la salsa de la opinión no entra. Lo malo es que la salsa engorda mucho. No sabe uno a qué dieta acudir ni con qué aderezos cocinar las noticias; ni si es mejor la faja de péndulo o la liposucción, las lentes de visión progresiva o de lunetas. Uno no tiene nada contra la opinión, excepto que donde florece demasiado no deja lugar al pensamiento.
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