Corpus del 83: un conflicto inexistente

Tras el cese del cardenal don Marcelo González en la sede primada de Toledo, me parece llegado el momento de restablecer la verdad sobre unos hechos ocurridos en 1983 y que hasta la actualidad se han venido contando de una forma que nada tiene. que ver con la realidad.Aquel año, con motivo de la celebración de la festividad del Corpus Christi, algunos medios de comunicación social afirmaron que el ministro de Justicia -que entonces era quien esto escribe- pretendió asistir, en representación del Gobierno, a la solemne procesión que recorre las calles de la ciudad, lo que no pudo llevar, a cabo porque el señor cardenal se lo prohibió, creando así una situación de grave tensión en las relaciones Iglesia-Estado. Esta historia se ha recordado año tras año. Incluso recientemente, al producirse el relevo del señor cardenal, se ha vuelto a afirmar que este incidente fue uno de los acontecimientos más destacados de su mandato. Hora es ya de decir que tales hechos jamás ocurrieron, que semejante historia ha sido total y absolutamente inventada, que aquel ministro de Justicia nunca (ni en aquella fecha ni en ninguna otra posterior, ni directa ni indirectamente) planteó la más mínima pretensión en relación con su asistencia a la procesión del Corpus, y que el señor cardenal no formuló oposición a algo que no se le había pedido.

Para que mis afirmaciones sean creíbles nada mejor que aportar pruebas concluyentes. Aquí están. El 11 de junio de 1993, a raíz de la publicación de un libro escrito por quien había ocupado un alto cargo en la presidencia del Gobierno, en el que textualmente se afirmaba que "en la festividad del Corpus, el cardenal primado Marcelo González impidió asistir a la ceremonia, en Toledo, al ministro de Justicia, Fernando Ledesma; era una tradición que el Gobierno no quería romper", dirigí al señor cardenal una carta en la que le decía: "Los dos sabemos que tales hechos jamás ocurrieron, que ni yo pretendí participar en la procesión, invocando la condición de ministro de Justicia, ni usted se vio en la necesidad de oponerse. Toda la información es una pura invención, una historia que no ha existido". En dicha carta expresaba también el deseo de "recibir de usted, si lo considera justo y no tiene inconveniente alguno, una respuesta que zanje definitivamente el problema".

El 30 de junio de 1993, me contestó el señor cardenal con una carta en la que decía: "Leo con sorpresa lo que me dice en su carta del 11 de junio, a la que contesto con, mucho gusto para contribuir a disipar inexactitudes o falsedades involuntarias, como ésta que se afirma en un libro reciente: que prohibí a usted, cuando era usted ministro de Justicia, tomar parte en la procesión del Corpus en Toledo. Esto es rigurosamente falso, pues ni yo le prohibí a usted nada, ni usted manifestó ningún deseo de participar en la procesión". El 13 de julio siguiente agradecí por escrito al señor cardenal su clara respuesta: "Tan sólo unas palabras para agradecerle su carta, con la que queda definitivamente aclarado un asunto que para mí tenía singular importancia". Espero que el conocimiento de los hechos que han quedado expuestos sin valoración alguna -pues prefiero que cada cual saque sus conclusiones- sirva para que en lo sucesivo nadie vuelva a contar la falsa historia del enfrentamiento entre el ministro de Justicia del primer Gobierno socialista y el entonces primado de Toledo.