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Air France, escarmentar en cabeza ajena

Xavier Vidal-Folch

El nuevo planteamiento, más flexible, que está diseñando Iberia, y que el ministro de Industria, Juan Manuel Eguiagaray, quiere presentar en Bruselas antes de final de mes, no cierra todos los interrogantes. El comisario de Transportes, Neil Kinnock, reitera que será "estricto" a la hora de aprobar las ayudas. No lo dice, pero en su actitud figura la necesidad de no entorpecer el camino de su colega y líder laborista, Tony Blair.A eso se le añade el temor a que empresas como Air France o Air Lingus, que recibieron en julio de 1994 una primera ayuda, traten de aprovechar el resquicio que quiere abrir Iberia para solicitar un nuevo paquete.

Para complicar las cosas, empiezan a detectarse síntomas de que el Gobierno francés, que hasta ahora había apoyado la ayuda a Iberia porque Air France ha obtenido un paquete muy superior (480.000 millones de pesetas) y podría necesitar un paquete adicional, empieza a cambiar.

Presionado por el déficit público y por la necesidad de cumplir los criterios de convergencia, el Gobierno de Alain Juppé empieza a reconsiderar la enorme carga que le suponen las ayudas públicas recientemente otorgadas a Bull y Crédit Lyonnais, además de la línea aérea.

Empieza a prender la idea, para sujetar a los gestores de empresas públicas francesas, de cambiar la posición del Gobierno frente a un caso como Iberia y militar contra las ayudas. Es la teoría del escarmiento en cabeza ajena.

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