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Chernomirdin no logra aglutinar a las fuerzas reformistas de centro

Pilar Bonet

Ni los petrodólares ni el control administrativo del Estado garantizan la victoria en las elecciones parlamentarias de Rusia el 17 de diciembre. De ello se están convenciendo el jefe del Gobierno ruso, Víktor Chernomirdin, y su bloque electoral, Nuestra Casa es Rusia (NCR), que están en serios apuros tras el fallido intento de aglutinar una gran coalición de todas las fuerzas reformistas de centro-derecha en un escenario dominado por dos grandes bloques políticos.

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Las encuestas y las elecciones locales celebradas el domingo en Volgogrado indican que los comunistas van a ser mayoría en el próximo Parlamento. En esta ciudad, el Partido Comunista de la Federación Rusa conquistó entre 20 y 22 escaños de un total de 24 en el Parlamento local, según los primeros cálculos.El presidente Borís Yeltsin, dotado de un fino olfato político, no tiene intención de apostar por un caballo perdedor. Los mentideros políticos de Moscú observan síntornas de alejamiento entre Chernomirdin y el presidente, quien durante sus recientemente concluidas vacaciones en Sochi, en el mar Negro, no ha experimentado la necesidad de citar al primer ministro al Kremin veraniego de Rusia, aunque sí ha convocado a personajes de menor categoría. El astuto líder ruso propinó un demoledor golpe a NCR al pronosticar que este bloque obtendrá entre un 8% y un 12% del electorado como máximo, y algunos expertos rusos creen que Yeltsin ha comenzado a coquetear con Yuri Skokov, el Presidente del Congreso de las Comunidades Rusas, e incluso piensa en sustituir a Chernomirdin por ese político, no identificado con los efectos sociales de la reforma económica.

A dos meses y medio de las elecciones, Iván Ribkin, el jefe de la Duma Estatal, no ha sabido cumplir el encargo de Yeltsin de aglutinar un bloque de centro-izquierda. Y el mismo Chernomirdin no ha sabido mantener a todos los que se sumaron con entusiasmo a su proyecto. De NCR se ha marchado el primer viceprimer ministro, Serguéi Shajrai, condecorado recientemente como "jurista distinguido" por Yeltsin. Por otra parte, los jefes de las administraciones regionales de Rusia, dependientes del presupuesto central, ven su fidelidad puesta a prueba por Edvard Rossel, líder regionalista ruso, que en agosto recuperó en las urnas su puesto de jefe de la Administración de la provincia de SverdIovsk -en el que había sido destituido en 1993 por Borís Yeltsin- tras derrotar a su contrincante, apoyado por Nuestra Casa es Rusia. Rossel acaba de fundar un bloque electoral de dirigentes regionales denominado Transfiguración de la Patria.

Yeltsin parece haber sacado conclusiones: ha vuelto a recibir a Rossel, un antiguo colega en el sector de la construcción en SverdIovsk, y, simultáneamente, ha intentado quitarle la clientela con un decreto que prolonga el mandato de los jefes de las administraciones regionales designados hasta diciembre de 1996.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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