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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Empresa Greenpeace

LA PODEROSA multinacional de la ecología en que se ha Convertido Greenpeace acaba de cometer algunos errores graves cuya corrección, en algunos casos, es difícil que sea plenamente satisfactoria. Ahí está el equivocado dictamen sobre los pozos marítimos de la Shell, que levantó una campaña muy onerosa para la compañía petrolera, de imposible resarcimiento, o el reciente desastre naval en Mururoa, en el que un error táctico propició la incautación definitiva del buque insignia de la organización. Una pérdida que desbarató el avituallamiento de la flotilla antinuclear y que, a más largo plazo, supondrá un importante coste económico para la organización. El mismo crecimiento de la empresa Greenpeace la ha puesto en apuros, obligándola a una gestión más rigurosa de sus recursos: 150 millones de dólares de presupuesto y mil asalariados.Esos errores, que la propia Greenpeace no oculta, han propiciado algunas críticas externas, animadas, más que por la voluntad de que sean corregidos, por el ánimo de entonar su funeral. Escandaliza, por ejemplo, el poderío económico y organizativo de Greenpeace, y escandaliza su carácter multinacional. Contar con recursos no debería ser un crimen si su utilización se considera adecuada, y su extensión planetaria es consustancial a sus fines. Nadie se atreve a propugnar la desaparición de Greenpeace, pero sí se difunde la nostalgia de una Greenpeace diminuta, llena de muchachitos y muchachitas voluntariosos que van los fines de semana a llorar por las ballenas a orillas de cualquier mar. Greenpeace es tan necesaria como molesta y seguramente en muchos despachos, públicos y privados, se desea su desprestigio.

Es indudable que Greenpeace debe sacar lecciones de sus errores pronta y contundentemente. Se equivocó al diagnosticar la nocividad de los pozos de la Shell, pero este error no clausura el debate sobre el perjuicio a largo plazo de la basura marítima. La campaña del Pacífico no ha impedido la primera prueba nuclear francesa y algunos expertos hablan de unas pérdidas para Greenpeace de diez millones de libras, pero la batalla mediática que ha supuesto la operación de Mururoa obligará sin duda al presidente francés, Jacques Chirac, a reconsiderar su política nuclear. Al menos, a tener en cuenta la oposición de millones de personas a esa política.

El ideal de una paz verde sigue haciendo necesaria la existencia de Greenpeace y de muchas organizaciones orientadas a los informes científicos sobre lo que se avecina o dedicadas a atender a los desastres locales. Sería perjudicial que Greenpeace tuviera en exclusiva la bandera del ecologismo, pero el trabajo de esta organización, en muchos aspectos inasumible por otras -por razones de dimensión, entre otras-, sigue siendo necesario. Greenpeace es una ONG (organización no gubernamental) transparente, que a diferencia de otras asociaciones no tiene más ingresos que los donativos de sus simpatizantes, cuyo apoyo condiciona democráticamente el tamaño y la propia supervivencia de la organización. Indudablemente la ecología cómo discurso científico está ganando terreno a la lírica, cuyos arcádicos postulados criminalizan cualquier chimenea. Greenpeace debe entonar algún mea culpa, pero no sería ni realista ni legítimo pedir que la penitencia fuera su liquidación.

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