El juez grafómano
LOS LECTORES de periódicos han tenido ocasión de conocer y juzgar las aptitudes literarias del magistrado Javier Gómez de Liaño, vocal del Consejo General del Poder Judicial, a través de las cartas con que estos días inunda las redacciones. A ellas se une la extensa misiva dirigida al periodista de EL PAÍS Ernesto Ekaizer que publicamos hoy. Lo que en ella pueda haber de puntualizaciones queda anegado en un océano de descalificaciones personales y consideraciones esperpénticas, alguna vagamente xenófoba, todas pretenciosas. Pero esto no constituye una novedad en la prosa del magistrado.Un colega suyo, Andrés de la Oliva, se querelló recientemente contra él por los términos que utilizó Gómez de Liaño en un escrito de alegaciones al Consejo General del Poder Judicial, del que ambos son miembros. El texto de la querella señala que resulta "difícil seleccionar frases y palabras insultantes en un escrito tan compactamente injurioso y tan rico en manifestaciones que pretenden ser de menosprecio, descrédito y deshonra". La Asociación Profesional de la Magistratura y la Asociación Judicial Francisco de Vitoria han tenido que salir también al paso de expresiones denigratorias empleadas públicamente por Javier Gómez de Liaño.
Lo preocupante de la grafomanía del señor Gómez de Liaño -hermano del abogado que encabeza la defensa de Mario Conde- es que el firmante no es un particular, sino un miembro del órgano de gobierno de los jueces. La función de éstos como instancia imparcial e, inapelable encargada de evitar la venganza requiere una discreción y un talante difícilmente compatibles con la incontinencia de que hace gala este hombre.