Las desalinizadoras fantásticas
El 'invento' de Vázquez-Figueroa, novelista, para acabar con la sequía y a lo patentó el ingeniero Ramo Mesple en 1980 y se desecho por ser carísimo
El invento de la desalinizadora sumergida a poca distancia del mar con el que el novelista Alberto Vázquéz-Figueroa dice que podría paliar la sequía en España lo patentó en 1980 el ingeniero José Luis Ramo Mesple en el Registro de la Propiedad Industrial de España con el número 488.215. Ramo trabajó más de 18 años en el puerto de Las Palmas, una ciudad en la que la escasez de agua impulsó el desarrollo pionero de la desalinización en los años 70."El problema de la falta de agua en Canarias se vive intensamente. Por eso me interesó desde el principio intentar resolverlo", dice Ramo desde su retiro en Madrid. El ingeniero dedicó horas y horas de su tiempo libre a investigar un sistema capaz de proporcionar agua potable barata a partir del agua marina en base a la presión hidrostática y la ósmosis inversa. El procedimiento es sencillo: se inyecta a presión agua de mar sobre unas membranas que retienen las sales y permiten el so del agua dulce (ósmosis inversa). Lo más costoso de la operación es el precio de las membranas renovables, de una tecnología muy sofisticada, y la energía para impulsar el agua a presión.
Ramo pensó que en plena crisis de la energía, con el petróleo a 32 dólares el barril -ahora está a 17-, su objetivo debía ser ahorrar el máximo posible de combustible. ¿Cómo? Utilizando la presión hidrostática, esa fuerza de gravedad que ejerce el agua sobre el fondo de un recipiente.
"Se me ocurrió hacer un pozo al lado del mar y llenarlo de agua para que, por su propio peso, se produjera en el fondo la ósmosis inversa". Las cuentas de Ramo producían por cada metro cúbico de agua de mar un cuarto de agua potable los tres cuartos estantes, la salmuera, se devolvían al mar por el propio impulso de la presión y la energía generada desde una pequeña turbina in situ- Con un gasto adicional de ocho kilovatios por hora el metro cúbico, se bombeaba el agua potable así obtenida hasta un depósito de tratamiento y distribución a la red de abastecimiento.
Ramo presentó su invento al Registro de la Propiedad Intelectual el 1 de febrero de 1980 y obtuvo la concesión el 16 de octubre del mismo año. Con ella bajo el brazo, mostró su patente a su amigo Juan Betancourt, jefe del Servicio de Abastecimiento de Aguas de Las Palmas, y a los directivos de Intecsa, filial de Dragados. A Betancourt le pareció interesante y envió un memorandum al Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (Cedex), dependiente del Ministerio de Obras Públicas, Transporte y Medio Ambiente.Quince años después todavía espera su respuesta. Dragados lo remitió a consulta al ingeniero Enrique Balaguer, asesor de la empresa y, más tarde, director de la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid y director general de Carreteras con la Unión del Centro Democrático (UCD) y el primer Gobierno socialista."¡Esto es tela marinera!", fue su reacción al ver el proyecto. Se refería a lo costoso y difícil que resultaba mantener una fábrica en el fondo de una mina -a 700 metros de profundidad-, resolver las filtraciones de las paredes, renovar las membranas -cada una costaba más de un millón de pesetas de las de entonces-.., para obtener tan sólo unos endimientos del 25%.
Mientras se perfilaba su viabilidad, el precio del petróleo comenzó a descender. Así, el invento cada vez tenía menos visos de rentabilidad, de modo que se quedó hibernado en los archivos del Registro de la Propiedad y en los de la casa de Ramo, en el barrio madrileño de Mirasierra.
La sorpresa del ingeniero ha sido mayúscula al ver que el novelista Vázquez-Figueroa anuncia a bombo y platillo que "acábar con la sequía cuesta tres millones de pesetas", según una patente mundial sobre plantas de presión natural, de la que es "propietario único. "Patente", dice, "cuyos derechos estoy dispuesto a ceder gratuitamente para España siempre que el agua se venda a precio de coste. Eso y devolver el dinero (sic) si la prueba no resulta satisfactoria" (Canarias 7, 4 de agosto).
A esto se le llama ser inventor de inventos, un fenómeno muy corriente, advierte, sereno, Ramo.
El invento de Vázquez-Figueroa es una réplica del patentado por el ingeniero 15, años antes, (ver gráfico adjunto). "Cuando tienes una idea, si no quieres hacer el ridículo, debes ir al Registro, pedir el listado de patentes de inventos parecidos al tuyo y sacar una fotocopia. Es muy fácil hacerlo y está al alcance de cualquiera", indica Ramo; "no es así en Estados Unidos, donde para patentar un invento hay que demostrar que se apuesta realmente por algo original, mejor y más barato".
Según describe Vázquez-Figueroa en la tercera edición de la novela La ordalía del veneno, su desalinizadora tendría una capacidad de 200.000 metros cúbicos por día, cuando ninguna de las 10.000 instaladas en el mundo alcanza los 70.000, y tendría un coste de 13.260 millones de pesetas. El precio del metro cúbico del agua potable le sale entre 23 y 26 pesetas -los expertos barajan entre 1 33,y 164- porque utiliza la tarifa eléctrica, nocturna e imputa al Estado los costes de inversión como si se tratara de una carretera o un hospital.
"Me hace gracia que diga que devolverá el dinero si la prueba no resulta satisfactoria y dice estar dispuesto a ceder gratuitamente todos sus derechos a España. ¿En qué quedamos? Si lo cede gratuito, ¿qué dinero va a devolver? Si algún día me dedico a escribir una novela, ¿cree que me saldrán inventos como ése? Yo creo que lo que pretende en realidad Vázquez-Figueroa es promocionarse el libro, insiste Ramo.
El ingeniero, hoy retirado, desconfía tanto de la propuesta del escritor como de sus posibilidades de obtener una rentabilidad a su patente de 1980. be momento, no tiene intención de proceder judicialmente contra Vázquez-Figueroa por plagio.
"En caso de que el proyecto siguiera adelante, tomaría medidas", matiza.
Con todo, Vázquez-Figueroa ha tenido más suerte. A Ramo no le hizo demasiado caso el Cedex. Con el invento de Vázquez-Figueroa se han tomado la deferencia -por encargo exreso del ministro e Obras Públicas, José Borrell- de efectuar un estudio minucioso a cargo de Miguel Torres Corral, uno de los mayores expertos le España en desalinización.
El trabajo de Forres, fechado el 1 de julio de 1995, analiza en 18 páginas la revoluciónaria idea del novelista y, refiriéndose a la patente de Ramo, conluye que ya fue considerada con anterioridad. "Nunca se llegó a desarrollar ante la inviabilidad económica del proyecto. Aunque la idea base puede ser atractiva, las experiencias que se hicieron en Almería fracasaron y no se volvieron a desarrollar por las dificultades técnicas y su elevada inversión. No presenta ventajas sustanciales cuando se desarrolla con rigor".
Su veredicto final es contunente: "El ahorro de 0,5 kilovatios por hora por metro cúbico no justifica una inversión tan levada. La producción de 200.000 metros cúbicos de agua potable al día no está basada en ningún argumento lógico. El presupuesto de la solución subterránea está lleno de incertidumbres. La planta subterránea llevaría aparejados unos costes adicionales (plus de personal, acondicionamiento de aire, achique de fugas ... ) que, con toda seguridad, superarían el ahorro energético".
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