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Entrevista:

"El Rey veía muy verde a Suárez"

Francisco G. Basterra

A la espera de unas "memorias imposibles", las del Rey, este equipo de Fernández Miranda, Alfonso, sobrino y físicamente clon de Torcuato, y Pilar, hija, ha abierto una brecha histórica. Su libro Lo que el Rey me, ha pedido (Plaza y Janés) arroja nueva luz sobre los meses más delicados de la transición política. No se trata de un libro oportunista, de usar y tirar, al rebufo de los 20 años del cambio de régimen, ni tiene el falso morbo de las obras tan abusadas de peIriodismo verosímil.Constituye una visión rigurosa, basada en documentos desconocidos hasta ahora, del proceso de cambio que hizo posible el haraquiri de los franquistas conducido por Torcuato Fernández Miranda, presidente de las Cortes y del Consejo del Reino. El que fuera tutor y profesor del príncipe Juan Carlos desde los años sesenta habla desde sus diarios inéditos aportados por su hija Pilar y vertidos en su tesis doctoral, con la dirección y apoyo de su primo Alfonso, catedrático de Derecho Político de la Universidad Complutense, coautor del libro y discípulo de Torcuato.

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"No es la niña cogiendo los papeles de papá" es la primera y tajante aclaración de Pilar, 47 años, doctora en Derecho cum laude, precisamente por esta obra. Se defiende de la primera y obvia sospecha. ¿Cómo contar con credibilidad histórica lo que realizó tu padre? "Decidimos hacer una tesis doctoral y someternos al juicio académico de gente incluso no afecta ideológicamente a Torcuato Fernández Miranda".

A su muerte en Londres en 1980, en el ostracismo político, Fernández Miranda no dejó unas memorias propiamente dichas, sino "montones de papeles, cosas sueltas no elaboradas, escritos muchas veces por las noches, a mano y en caliente, en fólios apretados". "Entendíamos que el proceso de reforma política no estaba contado con suficiente precisión y que Torcuato fue una figura muy poca comprendida. Éste fue nuestro móvil inicial".

El resultado es la apasionante relación de un Príncipe joven e inexperto, pero con una voluntad muy decidida de cambio, con un profesor maduro procedente de las esencias del régimen que ambos desmontaron, "desde la ley a la ley" en doce meses.

Torcuato Fernández Miranda ejerció con el Rey "el derecho a la impertinencia, diciéndole lo que, pensaba en cada momento, sabiendo también callar y, siempre, por encima de la adulación". Así definen los autores del libro la relación entre don Juan Carlos y su preceptor. "Mi madre le comentó al Rey el libro que estábamos escribiendo, pero no hemos hablado con él", explica Pilar.

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"La aprobación de la reforma política le había dado a Suárez un gran espaldarazo político que le permite volar por su cuenta. El distanciamiento entre el diseñador de la reforma y su ejecutor es ya entonces un hecho objetivo". Esto es lo máximo que se permiten decir ahora Pilar y Alfonso Fernández Miranda sobre la ruptura de la relación política y personal entre estos dos personajes claves de la transición. El Rey le agradeció los servicios prestados al profesor que le desbrozó el camino hacia la democracia con el Toisón de Oro, la máxima condecoración de la Monarquía, y con el ducado de Fernández Miranda.

¿Prescindió el Rey de Torcuato cuando ya no le necesitaba? ¿Se puede permitir el Rey tener afectos? La hija y el sobrino del ex presidente de las Cortes se limitan a señalar: "El Rey tiene afectos, pero el cargo lleva consigo la carga: tiene que embridarlos, sacrificarlos al interés general".

Los autores de Lo que el Rey me ha pedido definen la relación entre Torcuato y Suárez, revelando los detalles de tina cena privada de los dos matriamonios en la que el presidente de las Cortes sondea la disponibilidad de Suárez para dar el salto a la jefatura del Gobierno. Sostienen que el Rey volvió a ofrecerle a Torcuato ese puesto en la primavera de 1976, cuando ya está decidido a echar a Arias, pero Fernández Miranda lo rechaza y es quien vende el producto Suárez al Rey.

"A Torcuato le parece que Suárez es un animal político. Lo ve como disponible, sin condicionamientos del pasado, sin proyecto político propio, ejecutor para un proyecto con el que sintoniza", explican los autores de Lo que el Rey me ha pedido. "El Rey se daba cuenta de que Suárez era uno de los suyos, que podía contar con él, pero lo veía muy verde y es Torcuato quien le convence. Pero antes tiene que valorar, y esto le provoca profundas dudas al presidente de las Cortes, cuánto de ambición legítima y cuánto de codicia hay en la figura de Suárez".

Pilar y Alfonso Fernández Miranda defienden que Suárez y su Gobierno en un momento de 1976 están encallados y no saben cómo hacer la reforma, no encuentran la vía precisa para realizar la reforma política; es cuando Torcuato le ofrece a Adolfo la Ley de Reforma llave en mano: "Aquí tienes esto que no tiene padre", recuerda ahora Pilar Fernández Miranda.Los herederos del ex presidente de las Cortes estiman que las claves de la reforma política estaban pensadas entre el Rey y Torcuato Fernández. Miranda, "pero no había un diseño profético". La piedra filosofal de todo el proceso partía del convencimiento sostenido por Torcuato de que "el franquismo era una profunda realidad y que la historia se hace desde la realidad, no desde los sueños. La pretensión legitimista de los defensores de don Juan era por lo tanto una vía equivocada y disgregadora".

En este sentido, Torcuato pensaba que "era un error creer -como muchos hicieron entonces- que la integración de la izquierda vendría a través de don Juan; tampoco luego pudo integrarse desde la fuerza en la calle, sino que lo hizo después de su fracaso en el referéndum sobre la reforma política -en el que promovió la abstención- y cuando comprobó su debilidad. Lo integrador era realizar la evolución desde el Estado. El franquismo, como hecho histórico irrepetible, debía ser superado desde el propio Estado, de la ley a la ley. El Príncipe, al aceptar en 1969 el presupuesto inicial [el Estado del Dieciocho de Julio], aceptaba también sus consecuencias: tenía que respetar la legalidad".

Los autores de Lo que el Rey me ha pedido no tienen dudas cuando se les pregunta sobre el dilema reforma o ruptura, un debate historiográfico que cobra fuerza 20 años después de la muerte de Franco. "Cada sistema tiene su propio pecado original, pero la ruptura era imposible en 1975 por la relación de fuerzas de poder. Si se intentó un golpe de Estado militar en febrero de 1981, ¿qué no hubiera ocurrido entonces con un Gobierno de concentración con la izquierda o si se somete a referéndum la Monarquía?".

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