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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Farsa cruel

EL COLEGIO de Médicos de Barcelona ha enviado al fiscal su investigación sobre el llamado método Hamer, en la que denuncia a cinco colegas que siguen la teoría de que el cáncer es producto de un conflicto emocional y que para curarlo hay que superar ese conflicto. Para ello obligan a los pacientes a abandonar los tratamientos de quimioterapia y radioterapia, e incluso los analgésicos contra el dolor. La reacción del Colegio de Médicos ha sido algo tardía, si nos atenemos a la movilización judicial de los médicos en otros países europeos, como Alemania o Austria, pero una reacción importante. El colegio barcelonés, con esta, iniciativa, desmiente que estos organismos profesionales sólo estén para dar cobijo y proteger a sus agremiados, por más dudosa que sea su conducta. A la seriedad de los argumentos con que el colegio ha denunciado a cinco de sus colegiados ante la fiscalía se añade una advertencia serena sobre la existencia de comportamientos sectarios en la promoción y difusión del método Hamer.El argumento colegial contra esta siniestra práctica es intachable. No se trata sólo de que los seguidores de Hamer apliquen métodos sin ningún contraste científico, sino que el banderín de enganche es un arcádico panorama de viaje hacia la curación -no exenta de milagrería- con la pretensión de eludir las penalidades que a veces comportan los tratamientos de la medicina científica. Y sin embargo, condenan a los pacientes terminales al dolor más cruel, haciéndoles creer que ese dolor constituye el síntoma de la curación. Resulta patético ver a pacientes del método Hamer afirmar que se están curando mientras se retuercen por el dolor que les provocan las metástasis.

Uno de los desencadenantes de la iniciativa colegial ha sido la denuncia presentada por los familiares de Helena Lumbreras. El diario de esta paciente, en el que se describe la tortura física a que era sometida por estos curanderos con título, incapaces de diagnosticar una vejiga al borde del estallido, es dramático. Porque lo más pernicioso de este método no es que se presente como medicina alternativa, sino como la única medicina eficaz. Los oncólogos están acostumbrados a que sus pacientes recurran a veces a las llamadas medicinas alternativas, que preconizan métodos naturistas generalmente inocuos, porque saben de la desesperación que les mueve a hacerlo. Pero, sobre todo, porque estas medicinas no se presentan como excluyentes, sino como complementarías. Y si el paciente está satisfecho de ellas, si no interfieren con el tratamiento de la medicina científica, los oncólogos acostumbran a aceptarlas como un complemento que muchas veces mejora el estado psicológico del enfermo.

Pero los seguidores de Hamer tienen la pretensión de ser los depositarios de la única medicina. Sólo Hamer está en lo cierto. Todos los demás, equivocados. Miles de congresos científicos, millones de esfuerzos de otros médicos: todo un error. El enfermo se cura si abandona el tratamiento convencional y es capaz de superar este conflicto. Con este plantemiento, el método Hamer siempre sale indemne. Si el enfermo no se cura es porque no ha sabido curarse. Por eso no extraña que la difusión del método Hamer, aparte de haber contado con la muy condenable ayuda de un programa de TVE, tenga tintes sectarios. La familia Lumbreras ha encontrado una carta a Helena en la que el remitente, un extranjero, le escribe mensajes como "igual que muere el gusano para transformarse en mariposa, con la misma naturalidad lo harás tú, porque YO estaré contigo protegiéndote". Estamos ante una cruel farsa y un grave atentadola la salud que hay que atajar de inmediato.

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