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Bosnia el límite

De niño me pasaba horas revisando mi colección de estampillas. Nada me deleitaba más que el exótico nombre de Bosnia Herzegovina. Sabía que allí, en Sarajevo, había empezado la I Guerra Mundial. Pero jamás imaginé que ese recóndito nombre balcánico volvería a asaltarme desde las primeras planas y las pantallas de televisión del agonizante siglo XX.Claro, éste es el año del 50º aniversario de las Naciones Unidas, fundadas en San Francisco en 1945. La guerra en los Balcanes se ha convertido en la oscura mortaja de la organización internacional. Cobarde, incierta, ineficaz, ciega, impotente, la ONU no lo ha sido más que los Gobiernos de la Unión Europea o el de Estados Unidos a partir del derrumbe de la antigua Yugoslavia.

Volví a los días de mi colección de timbres postales. Bosnia, Serbia, Montenegro, Croacia; una vez más, las potencias europeas se disputan sus zonas de influencia: Alemania en Croacia, Francia y Rusia en Serbia. Inglaterra en Bosnia, los Estados Unidos esperando que el problema fuese atendido sólo por los europeos, los europeos la iniciativa de los Estados Unidos.

Lo evidente, más allá de los Balcanes, pero gracias a los Balcanes, es que las instituciones creadas al finalizar la II Guerra Mundial para un planeata de 40 Estados independientes y 2.000 millones de habitantes resultan totalmente insuficientes para un mundo de casi 6.000 millones de habitantes y 200 Estados independientes.

La crisis financiera que se originó el pasado diciembre en México es un aviso más de que habitamos, también, en los Balcanes de las finanzas, y de que las instituciones creadas hace medio siglo en Bretton Woods también se han vuelto insuficientes.

Trillones de dólares chapalotean diariamente alrededor del mundo sin control alguno, desprovistos de propósito productivo, dedicados a la pura especulación, y sometiendo a los divisas nacionales a devastadores asaltos y a la inestabilidad. No es de extrañar que un periódico tan poco sospechoso de filocomunismo como el Wall Street Journal proponga medidas para controlar la entrada y salida del capital especulativo en los mercados emergentes. No es de extrañar que el Banco Mundial esté considerando gravar las transacciones de divisas internacionales. No es de extrañar que el economista francés, Marc Uzan haya formado un Comité para la Reinvención de Bretton Woods como respuesta a la anarquía financiera.

De todos modos, el problema de fondo es la naturaleza cambiante de las relaciones internacionales, saber qué entendemos hoy por no intervención, uso de la fuerza armada, soberanía y autodeterminación, reformar la composición del Consejo de Seguridad y definir el alcance de su mandato para la guerra y para la paz.

Lo cual nos regresa de un golpe a los Balcanes.

La tardía respuesta de la OTAN a los agresores serbobosnios llega después de 40 meses de sitio contra la indefensa, bella y tradicionalmente pluricultural ciudad de Sarajevo. Llega después del asesinato de 200.000 musulmanes en el nuevo holocausto denominado la limpieza étnica" tan similar a las leyes de pureza de sangre de los Reyes Católicos. Llega después de que dos millones de bosnios han sido deportados o exiliados por el grotesco Napoleón de la pureza étnica, Radovan Karadzic. Llega después de la ejecución de 10.000 inocentes acorralados en los llamados en claves seguros. Viene después de centenares de violaciones de mujeres por las bandas forajidas de Karadác, compuestas por mercenarios y herederos de la tradición chetnik . Viene des pués del bombardeo serbóbosnio del mercado de Sarajevo, que puso fin a 40 meses de faroleo por la comunidad internacional y de burla de Karadzic.

Bosnia es problema de todos. Es problema del mundo. Si no se le pone alto a los matones de Karadzic, demagogos fascistas y separatistas como él aparecerán en todas partes del mundo convencidos de que pueden modificar a su antojo las fronteras internacionales, libres para deportar y asesinar a poblaciones enteras, pero dignos de sentarse a una mesa de negociación. Bendecidos porque torturan, violan y asesinan, y, sin embargo, ganan el reconocimiento internacional: Bosnia se ha convertido en el caso límite de una opción entre la legalidad y el caos internacionales.

La tardía respuesta a la agresión serbia contra Bosnia debe conducir a la mesa, de negociaciones, pero a una, mesa en la que se haga un claro distingo entre agresores y agredidos. Karadzic y sus pandilleros no tienen lugar en esa mesa. Y la versión pigmea de Tito en Belgrado, Slobodan Milosevic, sólo si renuncia a su asociación con los criminales de guerra bosnio-serbios. Éstos deben ser juzgados por los peores crímenes que Europa ha conocido después del hitlerismo. Las fronteras de Bosnia Herzegovina deben ser restauradas. Las credenciales para negociar una federación deben. ser legítimas.

Si esto no ocurre, entraremos al siglo XXI bajo la sombra de la anarquía, el racismo, la xenofobia, el genocidio y la tentación para todo demagogo enloquecido, de Bélgica a España, de Turquía a Albania, de Argelia a Angola, de México a Argentina, de Vancouver a Labrador y ole Tejas a Michigan, de desafiar las fronteras, burlarse de la autoridad internacional, pisotear los derechos humanos y seguir tan tranquilos como Hitler después de ocupar la Renania, Austria y los Sudetes. He cerrado mi libro de sellos. No cabe en él una sola estampilla balcánica, llámese Chihuahua, Galicia, Santiago del Estero, Flandes, California o Quebec. Cabe, en cambio, formular de nuevo un federalismo para el siglo XXI: "Extendamos la nación", pidió James Madison en 1788, a fin de abarcar y respetar la multiplicidad de sus intereses e impedir la concentración centralista del poder.

Carlos Fuentes es escritor mexicano.

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