Justicia humana
"Un granito de humanidad en la frialdad de la justicia". Francisco Curro Álvarez, de Cáritas (de 75 años), conoce bien el antagonismo que encierra la frase con la que define su labor humanitaria. Y la inevitable frialdad con que un juez ordena desalojar una casa llena de chiquillos que lloran junto a sus padres porque no saben dónde dormirán esa noche.La juez decana de Madrid, Manuela Carmena, llamó a Curro a su despacho hace unos meses para encomendarle una tarea: buscar un techo, algo, a las familias desahuciadas. A ésas que un día alquilan o compran bajo hipoteca un piso y más tarde lo pierden flageladas por el paro u otros avatares.
La estadística judicial muestra sin tapujos las tempestades económicas de los madrileños. Sólo en lo que va de año los jueces de la plaza de Castilla ("que no hacen otra cosa que cumplir con su obligación", aclara Dolores Sancho, coordinadora del Servicio de Notificaciones y Embargos de los Juzgados de Madrid) han registrado 6.500 expedientes de desahucio por impago de hipotecas o alquileres. Casi 4.300 de ellos concluirán, con la expulsión del deudor por la fuerza. Muchos de ellos son perillanes que se amparan en lagunas legales, recursos y en retrasos que sufren algunos juzgados para vivir de gorra el máximo tiempo posible. Pero no todos son pícaros despabilados. Un 2% de las familias desahuciadas, según Dolores Sancho, no tienen nada y precisan de ayuda.
No fue éste el caso de la residencia de ancianos privada que desalojó ayer la justicia, por la fuerza, en el número 14 de la calle de Pío XII. Su dueña llevaba tres años sin pagar el alquiler (unas 500.000 pesetas). Los 17 ancianos que albergaba disponían de medios para alojarse en otra, y así lo hicieron. No obstante, días antes deja evacuación, Curro, colaborador de Cáritas, contactó con sus familiares para conocer su situación. Cuando la policía, una ambulancia y la comisión judicial acudieron ayer a Pío XII, ya no quedaba ningún anciano dentro; sí abundante suciedad, grifos rotos y cables eléctricos descolgados: los enseres suelen pagar los golpes de ira. La policía, a diferencia de otras Veces, no tuvo que intervenir.
Los ojos de Curro, y de los agentes judiciales miran ahora a los 100 portugues es que deben ser evacuados próximamente de una nave que ocupan ilegalmente en la calle de Antonio Cabezón. Curro suele visitar el lugar días antes, del desalojo, para conocer in situ la situación económica de los afectados. Y si es sólo la calle lo que espera al otro lado de la puerta, el decanato pone en marcha éntonces su maquinaria humanitaria. Una maquinaria que choca demasiado con el mismo problema: la abrumadora insuficiencia de casas sociales.
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