La policía francesa detiene a 40 sospechosos en medios árabes de París y Grenoble
El Gobierno francés intenta cambiar "la imagen de funcionamiento desordenado", en expresión del presidente Chirac, que ha ido creándose a través de sus iniciativas contradictorias o mal coordinadas en materia de lucha antiterrorista. Ayer, en la región de París se detuvo a 36 personas como resultado de 32 intervenciones distintas en barrios con abundante población de origen árabe. En los alrededores de Grenoble se registró una residencia Sonacotra, es decir, para trabajadores extranjeros, porque se sabía que en ella había estado inscrito, pocos días antes, Jaled Kelkal, un joven argelino de 24 años cuyas huellas dactilares fueron identificadas en los cables del detonador de una bomba que debía haber hecho explotar al tren de alta velocidad (TGV) pocos kilómetros antes de llegar a Lyón el pasado 26 de agosto. Es la segunda vez en los últimos tres días que la policía francesa pierde la pista de Kelkal. En la operación realizada en Grenoble fueron detenidas otras cuatro personas.
Lo cierto es que desde el pasado 25 de julio, fecha del mortífero atentado en el metro de París que causó siete muertos y decenas de heridos, las acciones policiales han seguido distintas pistas -la sueca, la del comando llegado de Argelia, la de los musulmanes venidos de Bosnia, la de los servicios secretos argelinos, la de los jóvenes integristas de los suburbios de las grandes ciudades francesas; etcétera- sin llegar a decantarse por ninguna. La policía judicial ha funcionado al margen de la policía política, y los gendarmes, con plena autonomía respecto a los Cuerpos Republicanos de Seguridad. Las reuniones de coordinación entre esos distintos cuerpos y los ministros de Interior y Justicia se han transformado en inventario de reproches y motivo de fricción entre las distintas jerarquías.
Participación del Ejército
El primer ministro, Alain Juppé, ha tenido que intervenir al fin y ha acabado por desautorizar al ministro de Interior, Jean-Louis Debré, en beneficio de Jacques Toubon, ministro de Justicia, además de decretar un plan especial de seguridad, que incluye una cierta participación del Ejército en tareas de vigilancia.En este momento, Jaled Kelkal, que había tenido ya conflictos con la justicia por actos de pequeña delincuencia, se ha convertido en prototipo de terrorista de convicciones laxas, que puede actuar tanto por dinero como para integrarse en una estructura clandestina que le permita otro tipo de acciones.
Para evitar la criminalización del islam, ayer, en París, a invitación de SOS Racismo se reunieron cuatro máximas autoridades de las más importantes comunidades religiosas en Francia, es decir, católicos, protestantes, musulmanes y judíos. El apoyo genérico a la comunidad musulmana, a la que se quiso aislar de "las bestias salvajes que se comportan sin el menor respeto para con la persona humana", a saber, los integristas, no se produjo sin cierta tensión. Henri Hajdenberg, presidente de las distintas asociaciones judías, exigió del rector de la mezquita de París, Delil Boubaker, una "condena explícita de los atentados". Al final, el rector dijo "condenar, rechazar y acusar a quienes se sirven de la violencia".
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