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Reportaje:

El caleidoscopio de la paz

Pedro Gorospe

"Estamos dentro de un túnel y no se ve la luz al final". La frase, pronunciada por el lehendakari, José Antonio Ardanza, en una reciente comida de inicio del curso político, define el estado del Pacto de Ajuria Enea y el desánimo de sus protagonistas después de dos años de continuo rifirrafe. El bloqueo de la Mesa por la Paz, convertida temporalmente en un foro de desacuerdo más que de consenso, ha dado paso a un verano en el que se han multiplicado las más variadas propuestas para conseguir la pacificación. El relevo movilizador, durante el periodo estival, lo han cogido los grupos que trabajan por la paz y el diálogo. Ellos han puesto la luz y han hecho aparecer las sombras con sus linternas.Mientras Gesto por la Paz y la Iniciativa Ciudadana de Hondarribia han movilizado a la sociedad contra el secuestro del industrial José María Aldaya, Elkarri ha invitado a todos a café irlandés. La manifestación celebrada en San Sebastián para conmemorar el primer aniversario de un año sin violencia en el Ulster reunió, bajo el lema Por un diálogo sin exclusiones, a cargos y afiliados del PNV, EA, PSE, IU y HB. Puso de relieve "los deseos de paz, incluso a cambio de reconocer a ETA parte de razón, de una variada parte de la sociedad vasca", como reconocen miembros de estos partidos. Pero también el desconcierto en el que están sumidos los partidos democráticos ante la estrategia de Elkarri.

Más información
Guía del pacifismo vasco

La próxima reunión de Ajuria Enea, que el lehendakari ha retrasado hasta octubre, está, pues, llamada a poner en orden las relaciones entre partidos y a retomar el liderazgo del debate político, o a desdibujar definitivamente ese foro como órgano de acuerdos. Todo ello después de un violento verano, como advertencia de que HB y ETA, en todo caso, avanzan.

En medio de este panorama emerge la posibilidad de que el Gobierno vasco (PNV, EA, PSE) tome las riendas del proceso de paz, siempre bajo la mirada, aunque desconfiada, del resto de los integrantes del Pacto de Ajuria Enea. La clave de ese nuevo esquema y el elemento desbloqueador de todo el proceso sería lo que el PNV apunta cada vez con mayor nitidez como "un acuerdo sobre aspiraciones política". Es decir, un pacto de partidos con HB en el que quede perfectamente dibujado el camino hacia la "soberanía del pueblo vasco", respetando siempre la voluntad popular, y por tanto las mayorías parlamentarias. PNV, EA y HB tienen en esta legislatura 41 de los 75 representantes de la Cámara de Vitoria.

El Partido de Xabier Arzalluz ha repetido varias veces en los últimos meses que está dispuesto a iniciar ese camino de la soberanía si trae definitivamente la paz. El portavoz de la ejecutiva peneuvista, Joseba Egibar, ha subrayado que la paz exige la adopción de acuerdos "sobre aspiraciones políticas", así como la "validación de los medios a utilizar". Eusko Alkartasuna también ha reclamado el "derecho de autodeterminación" donde ha tenido la oportunidad.

En Irlanda un acuerdo secreto entre nacionalistas desencadenó el proceso de paz. Sólo que allí el Sinn Fein (Nosotros Solos), brazo político del IRA, es quien tiene el poder sobre los militares, mientras que aquí es ETA -que dejó de ser político militar para convertirse exclusivamente en militar- quien controla la acción política de HB. ETA exige el reconocimiento del derecho de autodeterminación para anunciar una tregua.

Un acuerdo entre partidos de ese tipo es lo que Elkarri llama "el catalizador del proceso de paz". En ese hipotético pacto vasco sólo sería necesario diseñar el camino, puesto que el derecho de autodeterminación ya está en las instituciones autonómicas, aunque no tiene reflejo constitucional. El Parlamento vasco aprobó el 15 de febrero de 1990, tras un polémico debate, una declaración de cuatro puntos en la que proclama que "el pueblo vasco tiene derecho a la autodeterminación", cita que el objetivo de ese derecho es "la construcción nacional de Euskadi", apuesta por el estatuto de autonomía, y confía al Parlamento vasco el debate de cualquier idea expresada democráticamente, así como la "incorporación al ordenamiento jurídico de cualquier reivindicación".

El Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra (PSE-EE) es el que más está sufriendo la incomodidad de tener que definirse. Los socialistas guipuzcoanos optan claramente por el diálogo con los radicales. Son el puente entre Elkarri con sus bases y el resto de los socialistas, más partidarios de recomponer la unidad de acción política y actuar desde el pacto. El telón de fondo es el Ministerio del Interior, donde se bloquea cualquier posibilidad de diálogo con HB o ETA y se condiciona, al igual que hace el PP, a que ETA abandone las armas.

Izquierda Unida es partidaria de iniciar conversaciones para poner fin a la violencia, pero siempre que ETA ofrezca algún gesto. El PP no se mueve, "y que nadie espere que lo vaya a hacer", ha declarado recientemente su presidente, José María Aznar.

Ante semejante perspectiva, salvo que el lehendakari Ardanza utilice su maquinaria más pesada, la luz seguirá sin iluminar, más allá de la reunión de octubre, el otro lado del túnel.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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