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Entrevista:

"Estamos programados genéticamente para ser curiosos "

Javier Sampedro

¿En que se diferencia un filósofo de un físico teórico? En que el filósofo tiene un lápiz y un papel mientras que el físico tiene un lápiz, un papel y, una papelera. El catedrático de Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Barcelona, Jesús Mosterín, es un filósofo con papelera, que reconoce sin empacho que sus colegas han producido a lo largo de la historia "una acumulación por acarreo de todo tipo de opiniones absurdas y confusas que carecen de contrastación".Mosterín dirige esta semana el curso Filosofía y cosmología. ¿Qué sabemos acerca del universo? en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (Santander). Convencido de que los filósofos pueden contribuir al progreso científico como globalizadores y como críticos conceptuales, y de que la filosofía ya no puede hacerse al margen de la ciencia, Mosterín está en campaña: "Tener una visión racional del mundo en que vivimos es algo que nos interesa a todos".

Pregunta. ¿Por qué necesitamos saber?

Respuesta. Venimos al mundo programados genéticamente para ser curiosos, al igual que lo estamos para buscar la comida y el sexo.

La satisfacción de la curiosidad es una fuente inagotable de placer. La especie humana evolucionó en un entorno enormemente inestable, y la curiosidad era una herramienta insustituible para sobrevivir.

P. La curiosidad humana, ¿es un argumento suficiente para financiar la investigación?

R. Sí. Lo que ocurre es que, como los políticos son a menudo obtusos, hay que mentirles y decirles que el interés de la investigación está en sus aplicaciones tecnológicas. Casi ningún científico serio considera esenciales las aplicaciones. Al pedir ayudas para investigar, los científicos mienten como bellacos, pero hacen bien, porque si dijeran la verdad, nadie les subvencionaría.

P. Describir un fenómeno con una ecuación ¿es lo mismo que entenderlo?

R. Una ecuación resume en pocos signos una larga lista de datos acerca del mundo, pero no es necesariamente un procedimiento para entenderlo, para proponer una explicación. Pero si tenemos una ecuación y la explicamos, habremos explicado los infinitos casos que describe.

P. ¿Se puede entender el universo describiendo cada una de sus partículas y de sus fuerzas elementales?

R. Aun si dispusiéramos de una teoría completa y unificada de las partículas elementales, eso no bastaría para explicar, deducir o predecir todas las cosas concretas que ocurren, ni en el universo ni en la vida cotidiana. Los fenómenos de la naturaleza contienen una gran cantidad de accidentes, en último término cuánticos. Hay regularidades que explican las ecuaciones, pero también una multitud de factores debidos al azar. Mire el caso de la evolución biológica: una mutación de gran importancia que puede estar producida por la caída impredecible de un rayo cósmico.

P. ¿Por qué tiene el mundo que ser comprensible? ¿Por qué tiene el universo que comportarse con arreglo a principios simples y reducibles a ecuaciones?

R. Nada nos garantiza que la naturaleza sea reductible a unas pocas fórmulas. No tiene por qué. Por lo que vamos sabiendo, el mundo es parcialmente ordenado y parcialmente desordenado, en parte regular y en parte caótico o aleatorio. Hay que comprender ambos aspectos. Ni la evolución biológica ni la cultural son previsibles. No todo lo que ocurre en el mundo es reducible a principios.

P. ¿Comprendemos una realidad que está ahí fuera o es que sólo vemos lo que podemos comprender a priori?

R. No podemos comprender nada a priori, excepto las entidades matemáticas. Kant pensó que en la física había enunciados informativos acerca de la realidad que podíamos conocer con independencia de la experiencia. Hoy sabemos que Kant se equivocaba. No podemos hacer filosofía cerrando los ojos.

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