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La vocación de Gibraltar

Espero que algún día desaparezcan definitivamente los Esta dos soberanos y sus engorrosas fronteras. Pero, mientras las haya, deberíamos abstenernos de intentar alterarlas contra la voluntad de nuestros vecinos. Esta doctrina se aplica también a España y Gibraltar, que comparten una de las fronteras más antiguas de Europa. La democracia no nació en los imnensos imperios de la antigüedad, sino en las minúsculas poleis o ciudades-Estado de la Grecia clásica. El Renacimiento no surgió en los poderosos aseinos medievales, sino en las pequeñas ciudades independientes de Italia. En nuestro siglo, Mónaco, Andorra o la isla de Jersey no amenazan a nadie, ni provocan guerras o conflictos con sus vecinos. Más bien son oasis de tranquilidad en un mundo turbulento. No hay nada que objetar a la existencia de microestados (excepto la objeción genérica a todo tipo de Estados). Y no hay nada que objetar -a que Gibraltar, se convierta en uno de ellos, siguiendo la tradición mediterránea que tan bien sienta a su carácter íntimamente fenicio.

La única razón por la que Gibraltar no ha podido todavía' confirmar oficial y jurídicamente su oficiosa condición de polis autogobernada es la tenaz oposición del Gobierno, español, cada vez más hueca y ayuna de fuelle y de argumentos, convertida en un mero tic automático, mantenido más por pereza Mental que por convicción. Lo que sí merece entrar en el Libro Guinness de los récords es la hipocresía de nuestra diplomacia, que lamenta públicamente que Gibraltar siga siendo colonia inglesa, a la que impide que deje de serlo. En efecto, según el Tratado de Utrecht, Gran Bretaña puede colonizar eterna mente a Gibraltar, pero necesita el visto bueno de España para concederle la independencia.

Ya es hora de abrirlos ojos a la realidad y dejar de atizar los prejuicios nacionalistas conde sinformaciones. En estas mis mas páginas se presentaba hace unas semanas a los gibraltareños como un grupo. "de extre ma artificialidad" formado por gentes sin características propias ni recuerdos compartidos. La verdad es que forman una, comunidad original, sólida mente entretejida por tres siglos de destino común y de retos y esperanzas compartidas. Aun que de orígenes diversos (sobre todo italiano), Gibraltar ha actuado como un crisol en que se han fundido sus distintos pobladores. Durante la II Guerra Mundial, la población entera del Peñón fue, conjuntamente evacuada a Inglaterra, Madeira y Jamaica. Cuando volvieron, se sintieron más gibraltareños que nunca. Todos han asistido a las mismas escuelas y se conocen desde la infancia. Todos hablan español con acento andaluz, y todos leen y escriben sólo en inglés. Es obvio que no son italianos, ni ingleses, ni españoles.

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Se decía también que los gibraltareños constituyen una población "permairienterriente subvencionada". La verdad es que hace tiempo que Gran Bretaña ha suprimido toda subvención a Gibraltar, y que la economía de la Roca se basa exclusivamente en el trabajo y la iniciativa de sus propios habitantes. Es cierto que, algunos han tenido la infeliz ocurrencia de dedicarse al contrabando (sobre todo de tabaco), y que España tuvo razón en denunciarlo, pero el Gobierno gibraltareño (bajo la presión de España e Inglaterra) ya ha cortado este tráfico y ha prohibido-las planeadoras que lo realizaban. No es ésa la base de su economía. El puerto de Gibraltar es sumamente eficiente. En sólo tres horas cargan de petróleo cual quier barco. Por ello no es de extrañar que sea el puerto que más naves de paso recibe de todo el Mediterráneo (100 mi llones de toneladas al año). El negoraio del puerto y del petróleo es una de las bases de su economía. Otra es, el comercio legal. Otra es el turismo. Otra es la creciente actividad como centro financiero internacional, incluido ya en el circuito de plazas financieras libres, que tan importante, papel juega en los flujos mundiales de capital. El papel de Gibraltar no es ni tiene por qué ser distintos al de Luxemburgo o la isla de Mann, por ejemplo. Ello no puede ser excusa para el blanqueo del dinero procedente del narcotráfico o la estafa, pero ese problema es común a todos los países, no peculiar de Gibraltar. Y la normalización de las relaciones políticas y jurídicas con España sin duda contribuiría a solucionarlo.

He hablado con muchos gibraltareños, desde el ministro principal, Joe Bossano, hasta los cuidadores de macacos de la Roca, pasando por los camareros de Main Street, y he, constatado, la sólida unanimidad de su opción: todos se sienten gibraltareños, no ingleses ni españoles. Y (casi) todos quieren constituir una unidad política independiente. Lo que menos del mundo desean es ser absorbidos por España. Antes que eso, prefieren seguir siendo colonia nominal británica por todo el tiempo que haga falta. Pero lo único que esperan y reciben de Gran Bretaña no son subvenciones, sino, protección frente a las amenazas de anexión procedentes de España. En cuanto esas amenazas cesen, Gibraltar podrá realizar su vocación de ciudad-Estado, una polis pacífica, democrática y mercantil, en la mejor tradición mediterránea.

Para terminar, una sugerencia constructiva: dejemos a los gibraltareños ser la polis que desean ser, negociando (no sólo con Gran Bretaña, sino también con el Gobierno gibraltareño) un tratado de independencia que sustituya al de Utrecht, con garantías para todas- las partes implicadas. Para salvar la faz de las orgullosas potencias ex imperiales, nombremos a los Reyes de España y de Gran Bretaña como garantes del tratado y co príncipes de la Roca, al estilo andorrano. Y todos tan amigos, y el, resto del muado aplaudiendo.

Jesús Mosterín es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Barcelona.

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