Las mujeres y la desigualdad
Siendo una feminista anónima del mundo desarrollado, me gustaría hacer algunas consideraciones al artículo Las mujeres y la desigualdad (EL PMS, 26-8-1995), en el que, pese a sus "prejuicios liberales" (sic), el señor Schwartz tiene, a bien admitir, al menos, el sufrimiento y la fuerza moral de las mujeres de los países pobres.
1. Yo tampoco tengo paciencia con los machistas del mundo desarrollado que sistemáticamente se niegan a compartir responsabilidades básicas con su pareja e incluso se echan las manos a la cabeza cuando se les planteala hipotética posibilidad de que "disfruten" de algunas de ellas, omo la licencia por paternidad para cuidar al nuevo bebé de la casa (suponemos también suyo, claro).
2. Igualmente pierdo la paciencia con aquellos que condicionan la vida laboral y profesional de todas las mujeres, al presuponer su voluntad de asumir lo que muchos de ellos consideran la función primordial de la mujer, es decir, ser madres.
3. Y, por último, no me queda ya ninguna paciencia para los que, señalando expresamente la pereza y la haraganería en algunas mujeres, las hacen extensivas a todas, justificando así una indefendible discriminación salarial.
En definitiva, señor Schwartz, si unimos su falta de paciencia a la mía nos daremos cuenta de que hay hombres y mujeres para todos los gustos (incluidos usted y yo). Pero no nos engañemos ni traternos de confundir a los demás; la mala fe, la mezquindad, etcétera, se dan en todas las razas, sexos y clases sociales, y no podemos utilizarlo para, según nuestros intereses (y menos aún si éstos son económicos), estigmatizar a un colectivo, cualquiera que sea. Se trata precisamente de lo contrario, de conseguir que la igualdad sea la base del equilibrio futuro de la humanidad.
Lo que las feministas pretendemos es la no discriminación por razón. de sexo, en ningún caso la santidad. (De verdad, ¿no ha oído nunca de ningún hombre que quiera opositar a la Administración porque, teóricamente, se trabaja poco?).-
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