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Siempre habrá un imperio, aunque sea pequeño

El rechazo de las islas Bermudas a la independencia del Reino Unido, una prueba de realismo político

El fin del Imperio Británico parecía inminente hace 40 años. ¿Quién habría podido creer entonces que sus restos perdurarían hasta 1995? En la década de los cincuenta, la política británica se orientaba a aligerar el peso de las colonias con la mayor celeridad posible. Ello era motivo de alegría para las colonias, dado que cualquiera de ellas, por minúscula que fuera, deseaba la libertad. De esta forma, el referéndum por el que las islas Bermudas han decidido permanecer bajo protección británica parece inverosímil, sobre todo cuando hace tiempo que el Reino Unido perdió todo interés imperialista.Sin embargo, la mezcla de conveniencia e idealismo que caracterizó los cincuenta y los sesenta ha dejado paso al realismo de los noventa. Bermudas son de esas islas colonia diseminadas por los distintos océanos que siguen colgadas de Gran Bretaña, y no al revés.

Los ciudadanos de Bermudas han optado por la seguridad financiera por encima de otra consideración. A diferencia de la mayoría de islas más al sur del Caribe, disfrutan de un elevado nivel de vida. Carecen de impuesto sobre la renta, algo que podría cambiar con la independencia. Todo el boato inherente al Estado puede resultar muy caro; Bermudas tendrían que organizar la representación diplomática exterior, enviar delegados a la ONU en Nueva York y a las numerosas conferencias y reuniones internacionales. Tendrían que crear un Ministerio de Exteriores y ocuparse de la defensa nacional.

Para una entidad de 58.000 habitantes, que viven en 58 kilómetros cuadrados, el mundo exterior resulta, sin duda, enorme. Muchos pequeños países se han visto defraudados por los escasos beneficios y grandes responsabilidades que ha traído consigo la ruptura con la metrópoli.

Bien es cierto que existen países mucho más pequeños que Bermudas que son independientes. Uno de los más pequeños es Tuvalu, una, isla del Pácifico de sólo 9.000 habitantes. Su experiencia no ha sido muy satisfactoria, dado que se vio totalmente dependiente de la ayuda económica del Reino Unido y Australia, después de poner fin a su etapa colonial como las islas Elice hace 17 años. Capaz de hacer frente sólo al 10% de sus gastos, recauda hoy buena parte de sus divisas con la venta de sellos de correos.

La independencia también trae consigo vulnerabilidad. Los pequeños Estados no pueden, protegerse adecuadamente y pueden ser víctimas de mercenarios y chantajistas internacionales. Un puñado de hombres puede hacerse con un país así, tal y como hizo una banda de mercenarios surafricanos en las Comores durante varios días, antes de ser vencidos y encarcelados.

Sin protección

Aún hay otro factor. La ley de las 200 millas marinas supone que algunas pequeñas islas asumen de pronto amplias zonas del océano. Se benefician de ello, pero encuentran difícil hacer frente a sus nuevas responsabilidades. Países como las Maldivas y Vanuatu han tenido dificultad en proteger sus derechos de pesca. En el caso de una colonia, siempre es otro -en este caso el Reino Unido- el encargado de enfrentarse a ese tipo de preocupaciones.En los años cincuenta quedó demolido el viejo principio de que una colonia no debía ser lanzada al mundo a menos que tuviera garantías de viabilidad. Con una o dos excepciones -entre ellas Gibraltar y Hong Kong, qué permanecieron como territorios dependientes-, la independencia, se otorgaba a cualquier colonia que lo solicitara. Al decidir sobre si ello debía someterse a la voluntad popular, Londres actuaba de forma selectiva.

Habitualmente, la independencia se concedía al partido que disfrutara de mayor apoyo político. En la mayoría de los casos, el programa de ese partido incluía la emancipación, pero el asunto no se sometió nunca a un referéndum como ha ocurrido en Bermudas.

Hubo una colonia británica que dio marcha atrás a medio camino de la independencia. Anguilla (7.500 habitantes) se había convertido en parte de Io que se llamó, Estado Asociado de St. Kitts-Nevis-Anguilla. Pero, en 1980. Anguilla abandonó esta federación. El Reino Unido envió policías y tuvo que volver a tomarla como colonia, condición que mantiene en la actualidad.

Pero ni aquellos pequeños países que luchaban por la independencia claman por volver, ni el Reino Unido podría asumir de nuevo esa carga, cuando ya lleva la de lugares como Santa Elena y Tristan da Cunha, si bien conserva con agrado las Malvinas debido a las expectativas petrolíferas. Mirando al futuro, queda la vinculación, mucho más flexible y madura, con los 51 miembros de la Commonwealth. Las colonias que nos quedan son como hijos ya crecidos que no dejarán el hogar paterno porque el mundo real es demasiado difícil y costoso de afrontar por uno mismo.

The Independent / EL PAÍS

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